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Quackity soltó un pesado suspiro para intentar darse valor y segundos después atravesó la gran puerta de madera de roble, encontrándose de frente a su hermano mayor.
–¿Y papá? –preguntó intentando disimular su miedo.
–¿Crees que saldría tan temprano de la empresa solo por ti? –sonrió burlón– Si te decía la verdad, no ibas a venir –desvió su vista hacia su teléfono.
–¿Esta vez que quieres que le diga a mis padres? –bajó la mirada un tanto decepcionado de sí mismo.
–No necesito eso ahora –frunció el ceño y puso la pantalla del teléfono frente a su hermano– ¿Qué chingados hacías cantando en público? –reclamó molesto– ¿Te crees una más de las zorritas de Disney? –preguntó enojado.
Quackity miró la pantalla del teléfono con una expresión repleta de sorpresa, la pantalla mostraba un breve video en el cual, él estaba cantando unas partes de una canción de Taylor Swift, partes en las que se sentía mayormente identificado.
–¿Quién te envío eso? ¿Alguien más ya lo vio? –se estaba muriendo de la vergüenza.
–¡Que se jodan los demás! –guardó su teléfono en uno de los bolsillos de su pantalón y se acercó a su hermano hasta agarrarlo fuertemente del cuello de su playera– ¿Sabés lo que dirá mi papá al ver esto? ¡Puta madre, Quackity! –lo empujó con tal fuerza que el menor se estampó con la puerta detrás de él– Otra vez tengo que arreglar tus pinches problemas todos pendejos.
–No era mi intención... Me deje llevar –dijo sintiendo las lágrimas picar sus ojos.
–Idiota –soltó un gruñido– Me encargaré de que papá no se entere sobre tu pequeño show, pero tú... ¿Qué harás a cambio? –preguntó interesado.
El menor se quedó callado durante unos segundos, en los cuales, mordía con fuerza su labio inferior y apretaba sus puños para poder distraer su mente y no soltarse a llorar en ese preciso momento.
–Haré lo que me pidas –apretó fuertemente los párpados.
–Te alejarás de Luzu –dijo firme.
Los ojos de Quackity se abrieron inmediatamente, por su cabeza pasó aquel recuerdo de los rosados labios del castaño, los cuales se habían acercado tanto a los suyos que apenas logró rozarlos, recordó el exquisito olor de su perfume, su voz, sus ojos, no... Alexis le podía pedir cualquier cosa menos eso.
–No... –negó haciendo ligeros movimientos de cabeza– Pídeme cualquier otra cosa menos eso.
–¿Tanto te cuesta? ¡Solamente tienes que alejarte de él y ya! Luzio Borja es un vago que no vale la pena –apretó los puños mientras decía aquello.