👉 28. CONFIANZA 👈

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Necesitaba a alguien con quien hablar, a quien expresarle mis sentimientos y que me diera consejos y ayuda. Sin embargo, en ocasiones, hay personas que necesitan más de ti que tú de ellas. Y ese era mi caso, justo ahora.

Mis amigas no dejaban de llorar; yo las abrazaba y consolaba, tratando de hacerlas sentir mejor.

―Han estado así desde que se enteraron de la noticia ―me informa su padre, sentado frente a mí.

En estos momentos me encontraba en la casa rodante de mis amigas, ya que después de comunicarme con ellas en el parque, no dudé ni un segundo en venir a su casa, de la cual me compartieron la ubicación. Su casa rodante no se encontraba lejos del parque, por lo que llegué en cuestión de minutos con el objetivo de confesarles la verdad, pero nunca imaginé que estarían tan afectadas como ahora.

― ¿Por qué...? ―pregunta Saraí, entre sollozos―. ¿Por qué les hicieron eso a ellas? ¿Por qué las mataron?

― ¡Ellas eran inocentes! No merecían eso ―dice su hermana, antes de volver a llorar.

Me quedo en silencio, sin saber qué decir ahora que sé que Billy es la responsable de todo.

―Fátima, Jessica y Marcela, ahora están muertas... ―susurra Sara, sin poder creerlo todavía.

―Lo siento ―digo, acariciando sus espaldas.

― ¿Qué será de Mónica y Zaira? ¿Ellas también están...? ―no puede concluir su pregunta, pues Saraí vuelve a llorar.

Sin saber qué decir para consolarlas, decido quedarme en silencio mientras las abrazo y las consuelo con mi cariño.

El padre de las chicas, un hombre delgado, alto y canoso, nos hace un té para sentirnos mejor, lo cual funciona un poco, ya que mis amigas dejan de llorar.

―Sé que este tipo de noticias son muy dolorosas, sobre todo, porque les recuerda a Samantha.

Frunzo las cejas al no saber de qué habla. Mis amigas se tensan, viendo a su padre y después a mí.

― ¿Ella no lo sabe? ―le pregunta a sus hijas, quienes bajan la mirada―. Bien, las dejaré solas para que puedan hablar.

El hombre sale de la casa, dejándonos a las tres en silencio.

―No es necesario que me expliquen ―les hago saber, pero mientras Saraí niega con la cabeza, dispuesta a hablar, su hermana se levanta de mi lado y se retira a su habitación.

―Nunca se lo hemos dicho a nadie ―confiesa―. Pero sé que podemos confiar en ti.

Asiento, curiosa por saber de lo que habla. Veo a Sara salir de su habitación con un álbum de fotografías en sus manos.

―Ella era Samantha ―dice, mostrándome la fotografía de una adolescente parecida a ellas.

― ¿Era? ―repito y ellas asienten, con lágrimas en los ojos.

―Era nuestra hermana mayor ―confiesa Saraí.

―Nosotras éramos muy pequeñas cuando Samantha desapareció.

―Nuestros padres nunca dejaron de buscarla, por cielo, mar y tierra, pero nunca encontraron nada, hasta...

Ambas guardan silencio, viendo la fotografía de la chica.

Samantha, una adolescente de alrededor de 17 años de edad, alta, delgada, rubia y sonriente, muy parecida a mis amigas. En la fotografía, ella veía hacia la cámara; sonreía posando en bikini, con unos lentes negros y un sombrero decorado con flores azules.

―Era muy linda, como ustedes ―susurro, diciendo la verdad.

―Sí, Samantha era hermosa ―dice Saraí en un sollozo.

ECOS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora