👉 42. MALICIAS 👈

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Mi cuerpo se entumece.

Mi corazón se acelera a tal ritmo en el que puedo escuchar los latidos sonar en mis oídos.

No puedo verme, pero podría jurar que estoy pálida y tensa ante la mención de aquella noticia.

¿Mi hermana detenida?

Tras aquellas palabras concisas y frías pronunciadas por uno de ellos, ambos se acercan a nosotros y nos apartan de mi hermana, quien se queja adolorida.

― ¡No pueden llevársela! ―sujeto el brazo de uno de los policías, evitando inútilmente que la arresten―. ¡Ella es inocente y está herida!

―Hay pruebas en su contra ―me informa, quitando mi mano de su brazo―. Tenemos bajo nuestro poder una caja repleta de fotografías y descripciones de las chicas desaparecidas, caja perteneciente a la joven Billy Beltrán.

Mi boca se abre al escucharlo decir aquello... Él habla de la caja negra. Caja que Christian y yo robamos de la habitación de Billy.

Él la denunció.

Mi hermana, al darse cuenta de ello, me observa con una mirada de decepción, creyendo en que quizás fui yo quien la denuncié.

―No lo hice yo, Billy ―le susurro, a lo que ella asiente con una diminuta sonrisa, haciendo que me tranquilice.

―Lo sé, Christian lo hizo...

―Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra en un tribunal... ―dicta el otro policía, comenzando a llevársela.

― ¡Billy! ―me dirijo a ella, pero Henry me detiene tomándome del brazo.

―Estaré bien... ―dice, tratando de no sonar desesperada, aunque sé que lo está. Su mirada lo indica.

― ¡Vamos! ―mi padre sale tras ellos, por lo que Henry y yo lo seguimos.

Mientras los policías meten a mi hermana en la patrulla, nosotros nos adentramos en la camioneta para prepararnos y seguirlos hasta el reclusorio de la ciudad.

― ¿Qué saben sobre esto? ―pregunta mi padre, viéndonos por el espejo retrovisor.

Él, al igual que nosotros, está asustado y preocupado. Sus cejas están fruncidas y la frente la tiene repleta de arrugas a causa del desconcierto en el que se encuentra.

Henry y yo nos damos una mirada sin saber qué decir.

― ¡Lily! ―me llama mi padre, luciendo enojado―. ¡Dime la verdad! ¿Tú sabes lo que está pasando?

Trago saliva, nerviosa. Henry toma mi mano y la aprieta en signo de apoyo. Vuelvo a ver a mi padre, quien conduce con las manos tensas sobre el volante y me observa con ansiedad.

―Yo, sí, lo sé. Te juro que te lo contaré todo, pero no ahora. Concentrate en conducir, papá ―le suplico y él parece escucharme, puesto que pisa el acelerador y continúa siguiendo la patrulla.

💠🔷💠

Los segundos, los minutos e, incluso, las horas transcurren.

Me encuentro sentada frente a Henry, ambos en la cafetería del reclusorio, en espera de que mi padre vuelva con información. Ya que desde nuestra llegada, él se encuentra buscando una solución para sacar a Billy de aquí. Hace unos minutos, la señora Fabiola, madre adoptiva de Mónica y gran abogada, llegó a California para atender el caso de mi hermana.

Afortunadamente, mi madre continúa en Arizona, estando ajena de la desagradable situación en la que nos encontramos...

― ¿Le dirás la verdad a tu padre? ―me pregunta Henry, viéndome con atención.

ECOS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora