ECOS DEL PASADO

👉 32. GANADORES EMPATADOS 👈

Siempre he sido más reservada, seria y tímida que Billy. Hacer amigos y mantenerlos siempre ha sido un desafío para mí. En los cinco años que viví en Miami, solo tuve algunos conocidos, compañeros de clase y de trabajo, pero nunca los consideré verdaderos "amigos", ya que no habían ganado mi confianza como lo hicieron las gemelas. Ellas sí son mis amigas y no quiero ponerlas en riesgo; no deseo exponerlas al contarles la verdad sobre Billy y las chicas asesinadas. Por eso, lo único que les revelé a las gemelas fue mi pasado: lo que sucedió con la abuela.

―Lo siento, Lily ―dice Saraí, sujetándome la mano para brindarme apoyo.

―¿Cómo pudo Billy haberte echado la culpa de lo sucedido? ―dice Sara, molesta.

―Les dije que era una situación difícil ―susurro, limpiando mis ojos para que no haya rastro de más lágrimas.

Mis amigas y yo estábamos sentadas en el suelo dentro de una bodega, el único lugar que encontramos lo suficientemente tranquilo. Comíamos rosquillas de chocolate rodeadas de cajas llenas de libros antiguos, confiadas en que nadie nos encontraría, ya que habíamos bloqueado la puerta con una caja para impedir la entrada.

―Siempre supe que Billy no era lo que aparenta frente a todos. Si le preguntas a cualquiera, te dirá que es una chica encantadora, inteligente, hermosa y simpática... Pero yo nunca me tragué ese cuento. Ahora, con tu ayuda, tengo la certeza.

Mis amigas me abrazan, dándome su apoyo y confianza. En medio de nuestro momento, siento la vibración de mi celular indicarme la entrada de un mensaje.

Se trata de Christian quien me escribe: «¿Dónde estás, nena?»

― ¿Quién es el responsable de esa sonrisita? ―cuestiona Sara, divertida.

Sin darme cuenta, mi rostro había formado una sonrisa ante aquel mensaje.

― ¿Es Christian? ―indaga Saraí, a lo que le respondo con un asentimiento.

Mis amigas se emocionan y eso se nota por las risitas, aplausos y gritos que dan. Antes de contarles sobre la relación que hay entre él y yo, le envío un mensaje a mi novio, diciéndole en donde me encuentro.

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Ante la verdad, mis amigas celebran que yo sea la novia del chico más anhelado de todo el instituto: Christian.

Entre risillas, escuchamos que la caja que pusimos en la puerta se mueve, indicando que alguien quiere entrar. Mis amigas se ponen en alerta, pero las tranquilizo al decirles que se trata de Christian.

―Hola ―susurra, entrando a la bodega con nosotras.

― ¡Hola! ―saludan mis amigas sin poder ocultar su emoción.

― ¿Por qué tan felices? ―pregunta él, con curiosidad y diversión en el rostro.

―Por nada.

―Cosas de chicas.

Dicen al unísono, haciéndonos sonreír.

―Bueno... Nosotras iremos a ver si ya dieron los resultados de los equipos representativos, especialmente de natación.

Mi amiga toma del brazo a su hermana y ambas están a punto de dejarnos solos; sin embargo, Christian las detiene.

― ¡Esperen! Acabo de ir y aún no están ―les informa, pero eso no parece importarles mucho, ya que ellas insisten en ir.

―Gracias, pero de todos modos iremos a ver. Quizás en este minuto ya los hayan publicado ―Sara se despide con un gesto de manos, al igual que su hermana.