👉 20. VARIOS MISTERIOS POR RESOLVER 👈

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El atardecer comenzaba a caer sobre el Giant Forest.

Los gigantescos árboles otorgaban un aire de protagonismo y sombra al lugar, pareciendo darle protección.

Christian me tomaba de la mano, encaminándome hasta nuestro destino.

― ¿A dónde me llevas?

―Es una sorpresa ―dice, sonriente.

― ¿Puedes darme una pista?

Lo medita durante unos segundos, antes de responder:

―Bueno, la pista es el efecto parpadeante.

― ¿Efecto parpadeante? ―pienso en la respuesta, cuidando mis pasos por el bosque―. ¿Relámpagos en el cielo?

—No —responde con una risita.

Mientras pienso y comparto más de mis ideas, él las descarta con risas. Así, entre chistes, carcajadas y un extenso recorrido por el Giant Forest, alcanzamos nuestro destino.

― ¡Listo! ―dice con entusiasmo, colocándose detrás de mí para cubrir mis ojos con sus manos.

― ¿Qué estás haciendo? ― me rio ante su gesto inesperado.

―Solo confía en mí, ya verás de lo que hablo ―susurra cerca de mi oído, provocándome un cosquilleo en esa zona de mi cuello.

―Está bien, solo no me dejes caer ―le respondo, dando pasos torpes hacia donde él me guía.

―Jamás te dejaré caer ―vuelve a susurrarme, sacándome una nueva y más amplia sonrisa.

Doy un par de pasos más, hasta que él me detiene y baja sus manos de mis ojos, permitiéndome ver el espectáculo.

Efecto parpadeante...

Ahora comprendo a qué se refería con eso. Cientos de luciérnagas vuelan a nuestro alrededor, destellando por todas partes con intensidades y patrones variables. ¡Era asombroso!

Christian y yo estábamos en el corazón de tal esplendor, envueltos en el efecto parpadeante que él había prometido.

― ¿Te gusta? ―susurra, observando mi reacción.

―Me encanta... ―respondí en un susurro, estando completamente maravillada.

―A mí también me encanta. No por nada, este es mi lugar favorito y quería compartirlo contigo.

―A partir de ahora, este también será mi lugar favorito ―admito, viéndolo a los ojos.

―Desde que llegué a la ciudad y descubrí este sitio, me he sentido libre por primera vez ―dice, reflexivo―. Aquí puedo estar durante horas sin sentirme solo, reflexionar, hablar libremente, expresar mis sentimientos, mi dolor... Puedo hacer cualquier cosa y ellas me escucharán.

Observo las luciérnagas, que destellan con un ritmo constante. Sin embargo, noto el tono melancólico en su voz, aunque intenta disimularlo.

―No estás solo, me tienes a mí ―tomo sus manos, haciéndolo sentir acompañado.

Él sonríe, dejando ver un destello en su mirada. Christian esconde algo en lo más profundo de su ser, algo que le causa dolor.

―Siempre me he sentido solo; desde pequeño, mis padres se divorciaron y fui testigo de sus continuas peleas. Ninguno quería la responsabilidad de cuidar a un niño. Al final, mi padre se hizo cargo de mí, mientras que mi madre se fue con su otra familia. Sí, ella le era infiel a mi padre, y de alguna manera, también a mí ―dice, bajando la mirada, afligido ante el recuerdo.

ECOS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora