Hᴀᴄᴇʀɴᴏs Bɪᴇɴ Eɴᴛʀᴇ Tᴀɴᴛᴏ Mᴀʟ

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                               𝟷𝟷

Habían pasado varios días desde aquel desayuno donde Germán le había ordenado prácticamente casarse en unos años con Johann, provocando que Calle tomara una decisión por un tiempo indefinido.

Haría lo que siempre quiso hacer,
sabía que no podría hacer la mayoría, pero no importaba, lo único que quería, era hacerlas con María José. Quería disfrutar todo lo que pudiera, antes de que su vida se uniera a un hombre que no amaba para vivir infeliz hasta el último de sus días.

María José y Daniela se habían estado escapando durante la hora del descanso, o durante las clases. Aquel baño era testigo de la aventura que estaban viviendo estas dos adolescentes, y es que cuando sus labios se unían, no importaba nada más.

Daniela había empezado a sentir cosas fuertes por María José. Los nervios, esas típicas "mariposas" en el estómago, las sonrisas tontas al recordarla, era evidente que le gustaba, y no quería conformarse con besarla, quería todo con ella. Sabia era que era un error, que traería consecuencias en el futuro, pero estaba dispuesta a pagar el precio.

- ¡Poche detente! - gritó entre risas Daniela frenando la bicicleta que desde ya hace rato montaba. María José quien estaba adelante frenó en seco.

- ¿Qué?, ¿Ya te cansaste? - dijo sonriendo. Daniela asintió varias veces. - No tienes nada de condición Daniela - terminó de decir cuando se acercó a la chica que estaba sudada y roja, y fue imposible para la peliazul imaginarla así en otra situación. - Necesitas cardio, ¿Quieres que te ayude con eso? - preguntó con una sonrisa coqueta. Daniela asintió.
María José se quedo sin aliento, y ahora era ella la que estaba completamente roja de pies a cabeza. Daniela soltó una carcajada.

- Ya vámonos - dijo cuando terminó de reír.

- Eh... Si vámonos - contestó la peliazul aún sonrojada. Ambas chicas decidieron caminar, así que tuvieron que sujetar con sus manos los manubrios de las bicicletas y llevarlas hasta la casa de Poche. No dijeron nada durante todo el camino, fue hasta que llegaron a su destino que Daniela decidió hablar.

- Poche, ¿Puedo preguntarte algo? - preguntó Daniela algo dudosa. María José asintió. - ¿Eres virgen? - aquella pregunta tomó por sorpresa a la peliazul, se esperaba cualquier cosa menos eso. - Lo siento... No quise incomodarte - terminó de decir apenada, ya que Garzón no parecía reaccionar.

- Eh... No, no te preocupes, solo no me esperaba eso... Pero si, si lo soy - respondió un poco tímida - ¿Y tú lo eres? - preguntó cabizbaja.

- Si... Bueno apenas este mes di mi primer beso... así que si lo soy - respondió riendo, y esperaba que la chica también lo hiciera pero se mantuvo callada.

- ¿Fue conmigo? - preguntó mirándola directamente a los ojos.

- Si... - dijo muy bajo, como si no quisiera que la chica escuchara, pero lo hizo - ¿Entramos? - preguntó cambiando de tema, y la peliazul decidió respetarlo. Ya llegaría el día de esa conversación.

- ¡Ya llegué! - gritó María José una vez que estuvieron dentro de la casa. - Parece que no hay nadie - dijo al no escuchar ninguna respuesta.

- Está muy linda tu casa - habló Daniela mirando todo a su alrededor.

- Que modesta eres - dijo con una sonrisa divertida mientras empujaba con la cadera a la chica. - Digo seguro mi casa entera es el garaje de tu mansión - terminó de decir riendo, al igual que Daniela.

- Enserio hubiera preferido una casa así... - contestó, y Poche pudo notar un poco de tristeza en su voz.

- ¿Qué tal si nos sentamos y me cuentas sobre tus padres? - sugirió estirándole la mano a Daniela, quien sin dudarlo aceptó.

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