Eʟɪɢᴇ

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                        • POCHE •
 

Tres días después

Calle no se me había acercado para nada durante estos días. Nuestra última conversación había sido en la que yo le pedía espacio, y al parecer ella lo entendió, aunque no voy a negar que de verdad necesitaba besarla, era una tortura tenerla cerca y no poder tocarla.

Esa discusión con Johann en la cual ella fue muy dura con el, me había dejado en claro que nada había cambiado entre ellos, pero aún así no quería dejársela tan fácil, tenía que dejarle en claro que el simple echo de haberme mentido, se había equivocado y que no tenía que volver a hacerlo.

Ya estaba lista para irme al colegio, eran al rededor de las siete y media, así que aún tenía tiempo de pasar por mis amigas. Salí de mi habitación para despedirme de mi abuelo y Valentina, pero para mi sorpresa, ahí también estaba mi padre.

- Hola hija, ¿Quieres que te lleve? - me preguntó mi papá con una sonrisa, obvio no le contesté.

- ¿Qué haces aquí? - pregunté de mala manera.

- Soy tu padre, tengo derecho a visitarte - respondió.

- Desgraciadamente... - contesté mirándolo a los ojos. Por un segundo me sentí mal al ver tristeza en ellos, pero la imagen de mi madre tirada en la cama llorando desconsoladamente apareció en mi mente, y el coraje volvió a mi.

No quería pelear, mucho menos enfrente de Valentina, así que solo agarré las llaves de la mesa y salí prácticamente corriendo de allí.

No sé qué odiaba más, si el hecho de que mi propio padre haya sido capaz de lastimarnos, o el hecho de que aún así extrañaba las tardes junto a el.

No voy a negar de por más que hoy en día no lo quiera ver, aún estaba mi niña interior que aún deseaba tener a su papá de regreso, pero eso jamás pasará.

Las horas pasaron y para mi buena suerte, estaba en mi última clase con el señor Torres. Así como me lo dijo el entrenador Félix, se encargó de cambiarme de clase de inglés. Aunque es verdad que desde que me enteré que ya no lo vería más, me he portado como una perra con el. No iba a irme sin darle sus buenos dolores de cabeza.

Aunque ahora no me apetece dirigirle la palabra, solo quiero escuchar música y disfrutar de la última vez que tenga que dirigirle la palabra a este estúpido.

- Oye - llamó mi atención una chica que estaba sentada al lado de mi.

- ¿Qué pasa? - pregunté quitándome uno de mis audífonos.

- Te está hablando el profesor - gire a verlo y efectivamente le estaba mirando al igual que todos en el salón.

- ¿Si? - le pregunté.

- El hecho de que sea tu última clase, no quiere decir que no prestes atención a la clase, ten respeto por mí y por tus compañeros - contestó fastidiado.

- Es que ese es el problema - respondí - Que a mi me importa un carajo tu respeto, que por cierto, nunca tuviste hacia mí -

- No sabes cuánto voy a disfrutar ya no verte nunca más por aquí - contestó con amargura. Yo sonreí.

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