|CAPITULO 21|

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Eso hace que sean dos peticiones por la muerte de Peeta en menos de una hora.

—No seas ridículo —dice Jackson.

—¡Acabo de asesinar a un miembro de nuestro equipo! —grita Peeta.

—Tú sólo lo empujaste lejos de ti. No podrías haber sabido que provocarías la red en ese exacto lugar —dice Finnick, tratando de calmarlo.

—¿Qué importa? Está muerto, ¿verdad? —Las lágrimas comienzan a correr por la cara de Peeta—. Yo no lo sabía. Jamás he sido así antes. Katniss tiene razón. Yo soy el monstruo. Soy el muto. ¡Yo soy a quien Snow convirtió en un arma!

—No es tu culpa, Peeta —dice Finnick.

—No pueden llevarme con ustedes. Es sólo cuestión de tiempo antes de que mate a otra persona. —Peeta echa una mirada alrededor de nuestros rostros en conflicto—. Quizá piensan que es más amable abandonarme en algún lugar. Dejarme correr mi propia suerte. Pero eso es lo mismo que entregarme al Capitolio. ¿Piensan que estarían haciéndome un favor al enviarme de regreso a Snow?

Peeta. Nuevamente en las manos de Snow. Torturado y atormentado hasta que ya no quede ningún resto de su ser anterior que pueda volver a surgir.

Por alguna razón, la última estrofa de "El Árbol de la Ejecución" comienza a reproducirse en mi cabeza. La parte donde el hombre prefiere ver a su amante muerta antes de que tenga que enfrentar el mal que la aguarda en el mundo.

"Tú estás, tú estás

llegando al árbol

Usando un collar de soga, a mi lado.

Cosas extrañas han ocurrido aquí

No sería extraño

Si nos encontramos a la medianoche en el árbol de la ejecución".

—Te mataré antes que eso suceda —dice Gale—. Lo prometo.

Peeta vacila, como si estuviera sopesando la certeza de esa oferta, y entonces sacude la cabeza.

—No es suficiente. ¿Qué pasa si no estás allí para hacerlo? Quiero una de esas píldoras de veneno que tienen el resto de ustedes.

Nightlock. Hay una píldora en el campamento, en una ranura especial en la manga de mi traje de Sinsajo. Pero hay otra en el bolsillo delantero de mi uniforme. Es interesante que ellos no se la dieran a Peeta. Quizás Coin pensó que él lo tomaría antes de que tuviera la oportunidad de matarme. No está claro si Peeta se mataría ahora, para evitarnos el tener que asesinarlo, o sólo si el Capitolio lo secuestra otra vez. En el estado en el que está, supongo que sería más temprano que tarde. Ciertamente, haría las cosas más fáciles para el resto de nosotros. No tener que matarlo. Ciertamente, simplificaría el problema de tratar con sus episodios homicidas.

No sé si son los dispositivos, o el miedo, o ver a Boggs morir, pero siento toda la arena a mí alrededor. Es como si nunca lo hubiera dejado, realmente. Una vez más, peleo no sólo por mi propia supervivencia, sino por la de Peeta también. Cuán satisfactorio, cuán entreteniendo sería para Snow si yo tuviera que matarlo. El tener la muerte de Peeta en mi conciencia por el resto de lo que me quede de vida.

—No se trata de ti —digo—. Estamos en una misión. Y tú eres necesario en ella.—Miro al resto del grupo—. ¿Piensan que podríamos encontrar algún alimento por aquí?

Además del equipo médico y las cámaras, no tenemos nada más que nuestros uniformes y nuestras armas.

La mitad de nosotros se queda para vigilar a Peeta o para estar pendiente de la transmisión de Snow, mientras que los otros buscan algo para comer. Messalla demuestra ser el más valioso porque vivió en una réplica de este apartamento y sabe dónde es más probable que las personas escondan sus alimentos. Como por ejemplo, que hay un espacio de almacenamiento oculto por un panel con espejo en el dormitorio, o cuán fácil es quitar la tapa de la ventilación en el pasillo. Entonces, aunque las alacenas de la cocina estén vacías, encontramos más de treinta alimentos enlatados y varias cajas de galletas.

LIBROS PARTE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora