SEGUNDA PARTE:EL ASALTO|CAPITULO 10|

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El grito se inicia en la parte baja de mi espalda y se abre camino a través de mi cuerpo sólo para atascarse en mi garganta. Soy tan silenciosa como un Avox, ahogada en mi dolor. Aunque si pudiera liberar los músculos de mi cuello, dejando que el sonido desgarrara el espacio, ¿alguien lo notaría? La habitación es un alboroto. Las preguntas y solicitudes resuenan, mientras tratan de descifrar las palabras de Peeta.

—¡Y... el Trece... será destruido por la mañana! —Sin embargo, nadie está preguntando sobre el mensajero cuya sangre ha sido sustituida por estática.

Una voz llama la atención de los otros.

—¡Callen! —Cada par de ojos cae en Haymitch—. ¡No es que eso sea un gran misterio! El chico sólo dijo que estamos a punto de ser atacados. Aquí. En el Trece.

—¿Cómo puede tener esa información?

—¿Por qué deberíamos confiar en él?

—¿Cómo lo sabes?

Haymitch da un gruñido de frustración.

—Ellos estarán dándole una sangrienta paliza mientras hablamos. ¿Qué más necesitan? ¡Katniss, ayúdame con esto!

Tengo que darme una sacudida para hacer salir mis palabras.

—Correcto, Haymitch. No sé de dónde obtuvo la información Peeta. O si es verdad. Pero él cree que lo es. Y ellos estan...—No puedo decir en voz alta lo que Snow le estará haciendo a él.

—No lo conoces —dice Haymitch a Coin—. Nosotros sí. Prepare a su gente ya.

La presidenta no parece alarmada, sólo un poco perpleja, por este giro en los acontecimientos. Ella reflexiona sobre las palabras, pasando un dedo ligeramente sobre el borde del tablero de control frente a ella. Cuando habla, se dirige a Haymitch en una voz plana.

—Por supuesto, nos hemos preparado para este escenario. A pesar de que contamos con décadas de apoyo a la hipótesis de que más ataques directos al 13 serían contraproducentes para el Capitolio. Los misiles nucleares liberarían radiación a la atmósfera, con incalculables resultados ambientales. Incluso los bombardeos normales pueden provocar daños graves a nuestro complejo militar, el cual tenemos la esperanza de recuperar. Y, por supuesto, invitarían a un contraataque. Es concebible que, dada nuestra actual alianza con los rebeldes, esto sería visto como un riesgo aceptable.

—¿Crees eso? —dice Haymitch. Esto es un poco demasiado sincero, pero las sutilezas de la ironía son algo que frecuentemente desperdician en el 13.

—Sí. En cualquier caso, tenemos listo una instrucción de seguridad de Nivel Cinco —dice Coin—. Vamos a proceder al bloqueo. —Ella comienza a escribir con rapidez sobre su teclado, autorizando su decisión. En el momento en que levanta la cabeza, comienza.

Ha habido dos instrucciones de bajo nivel desde que llegué al 13. No recuerdo mucho de la primera. Estaba en cuidados intensivos en el hospital y creo que los pacientes estaban exentos, ya que las complicaciones de sacarnos para un simulacro de la práctica sobrepasaban los beneficios. Yo era vagamente consciente de una voz mecánica que instruía a la gente a congregarse en las zonas amarillas. Durante el segundo, una instrucción de Nivel Dos era para
causas menores—como una cuarentena temporal, mientras los ciudadanos eran examinados para detectar el contagio durante un brote de gripe—se suponía que nosotros volvíamos a nuestra vivienda. Me quedé detrás de un tubo en el cuarto de lavado, ignorando los palpitantes pitidos que venían del sistema de audio, y viendo a una araña construir una red. Ninguna experiencia me había preparado para las mudas, penetrantes, sirenas inductoras de miedo que ahora impregnaban el 13. Nadie haría caso omiso a este sonido, el cual parecía diseñado para lanzar a toda la población a un frenesí. Pero esto es el 13 y eso aquí no sucede.

LIBROS PARTE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora