9|FIERA MEDIANOCHE|

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Fieras medianoches y hambrientas mañanas,
y los amores que controlan y completan
todas las alegrías de la carne, todas las penas
que el alma agotan.
ALGERNON CHARLES SWINBURNE, Dolores


Tessa dejó abierta la cortina de su lado del carruaje, y clavó los ojos en el cristal de la ventana,
mientras rodaban por Fleet Street hacia Ludgate Hill. La niebla amarilla se había espesado, y poco podía ver a través de ella: las oscuras siluetas de gente apresurándose de aquí para allí, las nubladas letras de los carteles pintados en las fachadas de edificios... De vez en cuando, la niebla se dispersaba, y Tessa captaba una imagen nítida: una niña cargando con ramos de lavanda marchita, apoyada contra una pared, agotada; un afilador arrastrando su carro pesadamente hacia casa; un cartel de cerillas Bryant y Mary's Lucifer colgando de repente desde las tinieblas.

—Desechables —dijo Jem. Estaba reclinado contra el respaldo en el asiento frente a ella, con
los ojos brillantes bajo la tenue luz. Tessa se preguntó si habría tomado un poco de droga antes de salir, y en tal caso, cuánta.

—¿Perdón?

Él imitó el gesto de encender una cerilla, soplarla y tirársela por encima del hombro.

—Así llaman aquí a las cerillas, desechables, porque las tiras después de usarlas una vez.
También llaman así a las chicas que trabajan en las fábricas de cerillas.

Tessa pensó en Sophie, que tan fácilmente podría haberse convertido en una de esas «desechables» si Charlotte no la hubiera encontrado.

—Eso es cruel.

—Estamos pasando por una parte cruel de la ciudad. El East End. Las barriadas pobres. —Se
inclinó hacia adelante—. Quiero que tengas cuidado y no te alejes de mí.

—¿Sabes qué está haciendo Will allí? —preguntó Tessa, con cierto temor a la respuesta. Estaban
pasando ante la gran mole de Saint Paul, que se alzaba sobre ellos como la brillante tumba de
mármol de un gigante.

Jem negó con la cabeza.

—No. Sólo he captado una sensación, una rápida imagen de la calle, por medio de un hechizo de
rastreo. Pero diría que hay unas cuantas razones «inocentes» por las que un caballero podría «bajar a Chapel» después de oscurecer.

—Podría estar jugando...

—Podría ser —reconoció él, pero sonaba como si lo dudara.

—Has dicho que sentirías, aquí. —Tessa se llevó una mano al corazón—. Si algo le pasara. ¿Es
porque sois parabatai?

—Sí.

—Así que ser parabatai es más que jurar que cuidaréis uno del otro. Hay algo... místico.

Jem le sonrió, esa sonrisa que era como si encendieran la luz en todas las habitaciones de una
casa.

—Somos nefilim. Todos los pasos de nuestra vida tienen algún componente místico... El
nacimiento, la muerte, el matrimonio... todo tiene una ceremonia. También hay una si quieres
convertirte en el parabatai de alguien. Primero debes pedírselo, claro. No es un compromiso que se haga a la ligera...

—Se lo pediste a Will —supuso Tessa.

Jem negó con la cabeza, sin dejar de sonreír.

—Él me lo pidió a mí —contestó—. O mejor dicho, me lo dijo. Estábamos practicando con espadas largas, en la sala de entrenamiento. Me lo pidió y le dije que no, que merecía a alguien que fuera a vivir, que pudiera cuidarlo toda su vida. Él apostó a que podía quitarme la espada de la mano, y si lo lograba, yo tenía que acceder a ser su hermano de sangre.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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