8|UNA SOMBRA EN EL ALMA|

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¡Oh, justo, sutil y poderoso opio! Para los corazones de los ricos y los pobres por igual, para las
heridas que nunca sanarán, y para «los remordimientos que tientan al espíritu a rebelarse», eres un
bálsamo calmante; ¡elocuente opio!, que con tu potente retórica deshaces los propósitos de la furia, y
al hombre culpable le devuelves por una noche las esperanzas de su juventud, y sus manos
purificadas y limpias de sangre.
THOMAS DE QINCEY, Confesiones de un inglés comedor de opio


Por la mañana, cuando Tessa bajó a desayunar, encontró, para su sorpresa, que Will no se hallaba allí. No se había dado cuenta de lo convencida que estaba de que regresaría durante la noche, y se encontró deteniéndose ante la puerta, recorriendo con la mirada los diferentes asientos como si, de alguna manera, lo hubiera pasado por alto accidentalmente. No fue hasta que sus ojos se posaron en Jem, que se la devolvió con una expresión compungida y preocupada, cuando supo que era cierto: Will seguía desaparecido.

—Oh, ya volverá, por el amor de Dios —exclamó Jessamine molesta, mientras dejaba, con un
golpe, su taza de té sobre el plato—. Siempre acaba arrastrándose hasta casa. Miraos los dos. Como si hubierais perdido a vuestro perrito favorito.

Tessa lanzó a Jem una mirada casi culpable y cómplice, mientras se sentaba frente a él y cogía
una tostada de la bandeja. Henry se hallaba ausente; Charlotte, a la cabecera de la mesa, estaba
tratando de no parecer nerviosa y preocupada, pero era en vano.

—Claro que volverá —aseguró ésta—. Will sabe cuidarse solo.

—¿Crees que puede haber regresado a Yorkshire? —preguntó Tessa—. ¿Para advertir a su
familia?

—No... no lo creo —respondió Charlotte—. Will lleva años evitando a su familia. Y conoce la
Ley. Sabe que no puede hablar con ellos. Sabe que perdería. —Su mirada se posó durante un instante
en Jem, que estaba muy ocupado jugueteando con la cuchara.

—Cuando vio a Cecily, en la mansión, trató de correr hacia ella...

—Fue en el calor del momento —repuso la directora—. Pero regresó a Londres con vosotros;
estoy segura de que también regresará al Instituto. Sabe que cogiste ese botón, Tessa. Querrá
descubrir lo que sabía Starkweather.

—Bien poco, la verdad —dijo Tessa.

Se sentía extrañamente culpable de no haber hallado más información útil en los recuerdos del
anciano. Había tratado de explicar cómo era estar en la mente de alguien con un cerebro deteriorado, pero le había resultado difícil dar con las palabras, y recordaba sobre todo la mirada de decepción en el rostro de Charlotte al decirle que no había descubierto nada útil sobre Ravenscar Manor. Les había contado los recuerdos que Starkweather tenía de la familia Shade y que, sin duda, sus muertes habían sido el impulso del deseo de Mortmain, anhelante de justicia y venganza, y parecía ser un impulso muy potente. Se había guardado para sí la impresión de verse a sí misma; aún le resultaba difícil de aceptar y lo consideraba algo privado.

—¿Y si Will decide dejar la Clave para siempre? —planteó Tessa—. ¿Regresaría con su familia para que lo protegiera?

—No —contestó Charlotte un poco demasiado tajante—. No, no creo que lo hiciera.

«Charlotte echaría de menos a Will si se marchara», pensó Tessa, sorprendida. Will siempre era
tan desagradable —también, y a menudo, con Charlotte— que la muchacha a veces olvidaba el
obstinado amor que la directora parecía sentir por todos los chicos a su cargo.

—Pero si corren peligro... —protestó Tessa, y luego se calló, porque Sophie entró en el comedor
con un pote de agua caliente y lo depositó en la mesa. Charlotte se animó al verla.

LIBROS PARTE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora