|CAPITULO 16:EL HECHIZO DE SUJECIÓN|

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Y una, dos veces, lanzar el dado
es un juego de caballeros.
Pero no gana jamás el que juega con Pecado
en la secreta Casa de la Vergüenza.
OSCAR WILDE, La balada de la cárcel de Reading


—¡Jessamine! Jessamine, ¿qué está pasando? ¿Dónde está Nate?

Jessamine, que estaba frente a la habitación de Nate, se volvió hacia Tessa, que se acercaba corriendo por el pasillo. Tenía los ojos rojos y una expresión de enfado. Mechones de rizado cabello rubio le caían del moño, normalmente muy cuidado, que llevaba en la nuca.

—No lo sé —replicó—. Me he quedado dormida en la silla junto a la cama, y cuando he despertado, y a no estaba... ¡había desaparecido! —Entrecerró los ojos—. Dios, tienes un aspecto horrible.

Tessa se miró. No se había molestado en ponerse un corsé, ni siquiera zapatos. Sólo se había puesto un vestido y se había colocado las zapatillas. El cabello le caía revuelto sobre los hombros, y se imaginó que seguramente se parecía a la loca que el señor Rochester ocultaba en su desván en Jane Eyre.

—Bueno, pero no puede haber ido muy lejos, no con lo enfermo que está — repuso Tessa—. ¿Lo está buscando alguien?

Jessamine alzó las manos exasperada.

—Todos lo están buscando. Will, Charlotte, Henry, Thomas, incluso Agatha. Supongo que no querrás que saquemos al pobre Jem de la cama y lo pongamos a buscar también, ¿no?

Tessa negó con la cabeza.

—Desde luego, Jessamine... —Se interrumpió y se dio la vuelta—. Bueno, voy a ver si lo encuentro. Tú puedes quedarte aquí, si quieres.

—Claro que quiero. —Jessamine alzó la mirada mientras Tessa salía corriendo por el pasillo. La cabeza le daba vueltas. ¿Adonde podría haber ido Nate? Tenía fiebre, ¿delirante? ¿Se habría levantado de la cama sin saber dónde estaba y habría ido a buscarla? Esa idea hizo que le diera un vuelco el corazón. El Instituto era un laberinto insondable, pensó mientras torcía otra esquina que daba a otro pasillo flanqueado de tapices. Si a ella le costaba horrores encontrar su camino, ¿cómo iba a poder Nate...?

—¿Señorita Gray ?

Tessa se volvió y vio a Thomas saliendo de una de las puertas. Iba en mangas de camisa, con el cabello revuelto como siempre, y un semblante muy serio en sus ojos castaños. Tessa se detuvo de golpe.

« Oh, Dios, malas noticias» .

—¿Sí? —contestó.

—He encontrado a su hermano —anunció Thomas.

—¿Sí? ¿Dónde estaba?

—En el salón delantero. Encontró un escondite, detrás de las cortinas. —Thomas hablaba de prisa, con pose tímida—. En cuanto me vio, perdió la cabeza. Empezó a gritar y gritar. Intentó escapar pasando por mi lado a todo correr, y casi tuve que atizarle para que se estuviera quieto... —Al ver la mirada de incomprensión de Tessa, Thomas se aclaró la garganta y añadió—: Me temo que le he asustado, señorita.

Tessa se cubrió la boca con la mano.

—Oh, Dios. Pero ¿está bien?

Thomas no parecía saber adonde mirar. Se sentía mal por haber hallado a Nate acurrucado tras las cortinas de Charlotte, pensó Tessa, y sintió una ola de indignación en defensa de Nate. Su hermano no era un cazador de sombras; no había crecido matando cosas y arriesgando la vida. Claro que estaba aterrorizado. Y seguramente deliraba por la fiebre.

LIBROS PARTE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora