36. El fallo del plan

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Volvía a estar tendido en el suelo. El olor del bosque le impregnaba el olfato y notaba la fría y dura tierra bajo la mejilla, así como una patilla de las gafas, que con la caída se le habían torcido y le habían hecho un corte en la sien. Además, le dolía todo el cuerpo, y en el sitio donde había recibido la maldición asesina percibía una contusión que parecía producida por un puño de hierro. A pesar de todo no se movió, sino que siguió en el lugar exacto donde había caído, manteniendo el brazo izquierdo doblado en una posición extraña y la boca abierta.

No le habría sorprendido oír gritos de triunfo y júbilo ante su muerte, pero lo que oyó fueron pasos acelerados, susurros y murmullos llenos de interés.

—Mi señor... mi señor...

Era la voz de Bellatrix, que hablaba como si se dirigiera a un amante. Harry no se atrevió a abrir los ojos, pero dejó que sus otros sentidos analizaran el aprieto en que se encontraba. Sabía que todavía tenía la varita mágica debajo de la túnica porque la notaba bajo el pecho, y una ligera blandura en la zona del estómago le indicaba que también conservaba escondida la capa invisible.

—Mi señor...

—Ya basta —dijo Voldemort.

Más pasos; varias personas se retiraban del mismo lugar. Ansioso por averiguar qué estaba ocurriendo y por qué, Harry separó los párpados un milímetro.

Voldemort se estaba levantando, al mismo tiempo que varios mortífagos se alejaban en dirección a la multitud que bordeaba el claro. Sólo Bellatrix se quedó atrás, arrodillada junto al Señor Tenebroso.

Harry volvió a cerrar los ojos y reflexionó: en un primer momento, los mortífagos debían de haber estado apiñados alrededor de Voldemort, que al parecer había caído al suelo. Algo había sucedido cuando le lanzó la maldición asesina a Harry. ¿Se habría desplomado también él? Daba esa impresión. Y ambos habían perdido brevemente el conocimiento, y ambos lo habían recobrado...

—Mi señor, permitidme...

—No necesito ayuda —le espetó Voldemort con frialdad. Aunque no podía verla, Harry imaginó a Bellatrix retirando una solícita mano—. El chico... ¿ha muerto?

Se hizo un silencio absoluto en el claro. Nadie se acercó a Harry, pero él percibía sus miradas, que parecían aplastarlo aún más contra el suelo. Temió que se le moviera un dedo o un párpado.

—Tú —indicó Voldemort, y hubo un estallido y un ligero grito de dolor—, examínalo y dime si está muerto.

Harry ignoraba a quién había dado esa orden. No tenía más remedio que quedarse allí tendido, con el corazón palpitándole y amenazando con traicionarlo, y dejar que lo examinaran. No obstante, lo consoló (aunque fuera un pobre consuelo) saber que Voldemort no se atrevía a acercarse a él, porque sospechaba que no todo había salido según sus previsiones...

Unas manos más suaves de lo que suponía le tocaron la cara, le levantaron un párpado, se deslizaron bajo su camisa hasta el pecho y le buscaron el pulso. Oyó la rápida respiración de la mujer, y su largo cabello le hizo cosquillas en la cara. Harry sabía que ella le detectaba los fuertes latidos de la vida en el pecho.

—¿Está vivo Draco? ¿Está en el castillo? —le susurró muy quedamente la mujer, rozándole la oreja con los labios, al tiempo que su larga melena ocultaba la cara de Harry a los curiosos.

—Sí —musitó el muchacho.

Notó cómo la mano que ella le había posado en el pecho se contraía, clavándole las uñas. Entonces retiró la mano y se incorporó.

—¡Está muerto! —anunció Narcisa Malfoy a los demás.

Todos soltaron gritos y exclamaciones de triunfo y dieron contundentes patadas en el suelo. Aunque mantenía los ojos cerrados, Harry vislumbró destellos rojos y plateados de celebración. Y mientras seguía así, fingiéndose muerto, lo entendió: Narcisa sabía que la única manera de que le permitieran entrar en Hogwarts y buscar a su hijo era formando parte del ejército conquistador. Ya no le importaba que Voldemort ganara o no.

LIBROS PARTE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora