|CAPITULO 12:SANGRE Y AGUA|

0 0 0
                                    

No oso tocarla siempre, no sea que el beso
me abrase los labios. Sí señor, una breve dicha,
breve y amarga, halla uno en un gran pecado;
no obstante, Tú sabes qué cosa más dulce es.
ALGERNON CHARLES SWINBURNE, Laus Veneris


Cuando llegaron al Instituto, Sophie y Agatha los estaban esperando junto a las puertas abiertas con unos faroles. Tessa se tambaleaba de cansancio, y se sorprendió, y lo agradeció, cuando Sophie se acercó a ayudarla a subir los escalones. Charlotte y Henry llevaron a Nathaniel. Tras ellos, el carruaje de Will y de Jem traqueteaba cruzando la verja; la voz de Thomas cortó el frío aire con un saludo.

A Jessamine no se la veía por ninguna parte, lo que no sorprendió a Tessa.

Instalaron a Nathaniel en un dormitorio muy parecido al de Tessa, con los mismos muebles de pesada madera oscura, la misma cama y el mismo armario.

Mientras Charlotte y Agatha metían a Nathaniel en la cama, Tessa se dejó caer en una silla junto a él, medio febril de preocupación y agotamiento. Voces, voces suaves como cuando se habla junto a los enfermos, se oían alrededor. Tessa oyó a Charlotte decir algo sobre los Hermanos Silenciosos, y Henry respondió algo sobre mensajeros ardientes, o mensajes, era difícil estar segura. En cierto momento, Sophie apareció junto a ella y le hizo beber algo caliente y agridulce
que consiguió que, lentamente, un poco de energía le recorriera las venas. Pronto fue capaz de incorporarse en el asiento y mirar alrededor un poco, y entonces se dio cuenta, sorprendida, de que excepto por su hermano y ella, el dormitorio estaba vacío. Todos se habían marchado.

Miró a Nathaniel. Yacía inmóvil como un cadáver, con el rostro pálido y amoratado y el sucio cabello enredado sobre la almohada. Tessa no pudo evitar recordar, con una punzada de dolor, al hermano siempre bien vestido de sus recuerdos; el rubio cabello cuidadosamente cepillado y arreglado, los zapatos y los puños inmaculados. Este Nathaniel no se parecía al que había bailado con ella en el salón, tarareando para sí, por el simple placer de estar vivo.

Se inclinó hacia adelante, con la intención de contemplarlo más de cerca, y le pareció ver movimiento con el rabillo del ojo. Volvió la cabeza y vio que sólo era ella misma, reflejada en el espejo de la pared del fondo. Con el vestido de Camille, parecía a sus propios ojos una niña jugando a los disfraces. Era demasiado delgada para un estilo tan sofisticado. Parecía una niña, una niña tonta. No era de extrañar que Will...

—¿Tessie? —La voz de Nathaniel, débil y frágil, hizo que al instante dejase de pensar en Will—. Tessie, no me dejes. Creo que estoy enfermo.

—Nate. —Le buscó la mano y se la cogió entre las palmas enguantadas—. Te repondrás. Estarás bien. Han llamado a los médicos...

—¿Quiénes los han llamado? —Su voz era un frágil grito—. ¿Dónde estamos? No conozco este lugar.

—Esto es el Instituto. Ahora estarás a salvo.

Nathaniel parpadeó. Tenía ojeras oscuras, casi negras, bajo los ojos, y en los labios lo que parecía sangre seca. Su mirada iba de un lado a otro, sin pararse en nada.

—Cazadores de sombras. —Soltó las palabras en un suspiro—. No creía que existieran de verdad... El Magíster... —susurró de repente Nathaniel, y los nervios de Tessa se estremecieron— me dijo que ellos eran la Ley. Dijo que había que temerlos. Pero no hay ley en este mundo. No hay castigo, sólo matar o ser matado. —Alzó la voz—. Tessie, lo lamento tanto..., todo...

—El Magíster. ¿Te refieres a De Quincey ? —quiso saber Tessa, pero Nate hizo entonces un sonido ahogado, y miró tras ella con una expresión de terrible pavor. Tessa le soltó la mano y se volvió para ver qué estaba mirando Nate.

LIBROS PARTE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora