|CAPITULO 08:CAMILLE|

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Los frutos caen y el amor muere y el tiempo varía;
un aliento perpetuo os alimenta,
y viva después de infinitos cambios,
y fresca por los besos de la muerte;
de languideces reencendidas y recobradas,
de delicias baldías e impuras,
de lo monstruoso e infecundo, una pálida
y venenosa reina.
ALGERNON CHARLES SWINBURNE, Dolores

Tessa estaba sólo a mitad del pasillo cuando la alcanzaron; Will y Jem se pusieron uno a cada lado de ella.

—No creerías que ibas a ir sola, ¿verdad? —preguntó Will, mientras alzaba la mano y dejaba que la luz mágica le brillara entre los dedos, iluminando el pasillo como si fuera de día.

Charlotte, que se apresuraba por delante de ellos, se volvió con el ceño fruncido, pero no dijo nada.

—Ya sé que tú te entrometes en todo —replicó Tessa sin apartar la mirada del frente—. Pero tenía mejor opinión de Jem.

—A donde va Will, ahí voy y o —repuso Jem afablemente—. Y además, siento tanta curiosidad como él.

—Eso no parece algo de lo que alardear. ¿Adónde vamos? —añadió Tessa, sorprendida, cuando alcanzaron el final del pasillo. El corredor se extendía tras ellos entre sombras desalentadoras—. ¿Nos hemos equivocado al torcer?

—La paciencia es una virtud, señorita Gray —contestó Will.

Habían llegado a un largo pasillo con una brusca pendiente hacia abajo. Las paredes carecían de tapices o antorchas, y en la penumbra, Tessa comprendió por qué Will había llevado consigo la luz mágica.

—Este pasillo lleva a nuestro Santuario —explicó Charlotte—. Es la sala más segura del Instituto; aunque todo el edificio se derrumbara o ardiera a nuestro alrededor, esa sala permanecería en pie. También es el lugar donde nos reunimos con aquellos que, por la razón que sea, no pueden pisar tierra consagrada. Los que están malditos. Y los vampiros.

—¿Es una maldición? Ser un vampiro, me refiero —preguntó Tessa.

Charlotte negó con la cabeza.

—No. Creemos que es una especie de enfermedad demoníaca. La mayoría de las enfermedades que afectan a los demonios no se transmiten a los seres humanos, pero en algunos casos, raramente, la enfermedad puede contagiarse a través de un mordisco o un arañazo. Vampirismo. Licantropía...

—Viruela demoníaca —añadió Will.

—Will, sabes que no existe la viruela demoníaca —replicó Charlotte—. Bien, ¿por dónde iba?

—Ser vampiro no es una maldición sino una enfermedad —resumió Tessa—. Pero aun así no pueden pisar suelo consagrado, ¿es eso? ¿Significa que están condenados?

—Eso depende de tus creencias —contestó Jem—. Y de si crees en la condenación o no.

—Pero tú cazas demonios. ¡Debes de creer en la condenación!

—Creo en el bien y en el mal —replicó Jem—. Y creo que el alma es eterna. Pero no creo en las llamas del infierno, los tridentes y el tormento eterno. No creo que se pueda conseguir que la gente sea buena a base de amenazas.

Tessa miró a Will.

—Y tú ¿qué? ¿En qué crees?

—Pulvis et umbra sumus —respondió Will sin mirarla siquiera—. Creo que somos polvo y sombras. ¿Acaso hay algo más?

—Creas en lo que creas, por favor, no le sugieras a lady Belcourt que piensas que está condenada —intervino Charlotte. Habían llegado al final del pasillo y se habían detenido ante una alta puerta doble de hierro, cuy as hojas estaban grabadas con unos curiosos símbolos que parecían dos pares de ces encaradas. Se volvió y miró a los tres compañeros—. Se ha ofrecido muy amablemente a ayudarnos, y no tendría sentido insultarla así. Eso va especialmente por ti, Will. Si no eres capaz de ser cortés, te echaré del Santuario. Jem, confío en que seas tan encantador como siempre. Tessa... —Charlotte volvió sus serios ojos amables hacia Tessa—. Intenta no asustarte.

LIBROS PARTE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora