Sol y Luna

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Enid Sinclair.

Una joven y sonriente chica, que muy pocas veces veías seria e inconforme. Le gustaba ayudar a todo quien necesite de apoyo, y no le gusta dejar mal a alguien más.

También está que ella siempre esta ocupada, o que tenga siempre algo que hacer. Eso mismo deja que sus amigos hablen bien de su forma de organizar todo en un solo día.

Aun teniendo más de 20 actividades extracurriculares, puede con ello.

Pero todo cambió a la llegada de alguien más....

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Wednesday Addams.

Una chica seria, inconforme con todo el mundo. Disfruta de su soledad, y del silencio más que nada. No le gusta tratar con personas y menos que le lleguen a hacer preguntas estupidas.

Solo tiene tres cosas que jamás, nadien en la vida debe meterse con ello.

Su chelo, su máquina de escribir y sus horas de lectura.

Te metes con eso y tu vida corre peligro.

Pero ahora es algo de dudosa credibilidad esas amenazas, pues una persona le cambió la forma de pensar...

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Enid era el Sol mismo.

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Wednesday la Luna.

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Narrador.

No sabía como pasó todo eso.

Pero ninguna de las dos podia parar aquello, y aún cuando pensaran hacerlo no querían.

Enid disfrutaba mucho estar dentro de Wednesday, estar enzima o hasta tenerla a la joven montada en ella... era locura total.

Ver la faceta de Wednesday sonrojada, sudada y gimiendo por más. Era alucinante.

No podía entender cómo alguien tan pequeña y furiosa con la vida, podría hacer tantas maravillas en la cama.

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Todo el mundo temía a Wednesday Addams.

Solo saber que estaba cerca, era un tremendo caos, pues su presencia era el mismo infierno.

Y los bullying de Eugene podían confirmarlo, ella podía ser la reencarnación del diablo si quisiera.

Y nadie, podía estar junto a ella.

Solo con la mirada podía decir tantas cosas, pero si veías su navaja estabas muerto.

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Otra noche más.

Wednesday se encontraba boca abajo, sosteniendo con fuerzas su propias sábanas. Con una Enid entrando y saliendo con fuerzas de su interior.

El famoso "de cuatro" era la posición que más les gustaba a ambas.

Podían sentir de maneras muy altas el placer de estar unidas en ese salvaje vaivén de caderas.

Sin olvidar la forma que ambas chicas gimen pidiéndo más de la otra, Enid siempre terminaba mordiendo el cuello de la mas baja.

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