Cap.24 Lluvia

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A medida que la última nota de la melodía se desvanecía en el aire, el salón entero estalló en aplausos. Los invitados, testigos de la conexión única entre el rey y el joven, no podían evitar sentirse conmovidos por la escena que acababan de presenciar. Toshinori, con una sonrisa de satisfacción.

La corte, testigo de la danza apasionada y hermosa entre el rey Toshinori e Izuku, quedó en un silencio expectante. Los nobles y damas, acostumbrados a las formalidades y protocolos, no podían evitar sentirse conmovidos por la intensidad del momento. Algunos intercambiaron miradas significativas, mientras que otros murmuraban entre ellos, especulando sobre la naturaleza de la relación entre el rey y el joven.

Sin embargo, a medida que el baile continuaba, la sorpresa inicial dio paso a una aceptación tácita. La conexión entre Toshinori e Izuku era innegable, y aunque no se atrevían a expresarlo abiertamente, muchos en la corte comenzaron a verlo como un símbolo de esperanza.

Después de todo, ¿no era el amor y la pasión lo que todos anhelaban en sus propias vidas?
Los consejeros del rey intercambiaron miradas discretas, evaluando las implicancias políticas de esta relación inesperada. Pero incluso ellos, con sus mentes afiladas y agendas ocultas, no podían negar la autenticidad del vínculo entre Toshinori y el joven.

Quizás, pensaron algunos, esta conexión podría traer una nueva era de prosperidad al reino, basada en algo más profundo que alianzas matrimoniales y tratados comerciales.

Pero sin embargo había otro grupo que no estaba contento con aquello.

Las personas del monasterio, Los monjes, cuyas vidas estaban dedicadas a la contemplación y al servicio del reino, no podían ocultar su inquietud ante lo que habían presenciado en la corte.

Yasu: ¿Has visto cómo el rey Toshinori miraba al joven Izuku durante el baile?.

Susurró el hermano Yasu, su voz un murmullo apenas audible entre los cánticos solemnes que resonaban en el castillo.

El hermano Kaito, con una expresión grave que reflejaba la seriedad de sus pensamientos, asintió lentamente.

Kaito: Sí, y aunque no dudo de la pureza de sus intenciones, temo que esto pueda traer consecuencias inesperadas para el reino.

Los dos monjes se alejaron del grupo, buscando la privacidad de los jardines del reino para continuar su conversación.

Yasu: Se suponía que Toshinori se casaría con Midnight, la hija del conde Fujiwara. Esa alianza fortalecería nuestra posición en todo Japón.

Dijo Yasu, su frente surcada por arrugas de preocupación.

Kaito, cuyos ojos reflejaban la luna que se elevaba en el cielo nocturno, compartió su inquietud.

Kaito: Lo sé, hermano. Y aunque el amor es un camino que todos merecen recorrer, el deber hacia el reino a veces exige sacrificios.
Yasu: ¿Crees que debemos hablar con el rey?

Preguntó Yasu, su mano acariciando El Rosario que colgaba de su cinturón.

Kaito: No, no es nuestro lugar interferir en los asuntos del corazón del rey.

Respondió Kaito con firmeza.

Kaito: Pero debemos orar para que Toshinori encuentre la sabiduría para guiar a Japón hacia un futuro próspero, con o sin esa alianza.
Yasu: Sabes lo mejor es que hablemos con Gran Torino para que guíe a nuestro rey al lugar correcto.
Kaito: ¡Tienes razón! Mañana mismo podríamos hablar con el. Además mandarle una carta al conde para que esté al tanto de la situación.

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