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Yuuko se preparó con su uniforme escolar y, luego de acomodar sus cosas, salió dispuesta a explorar las instalaciones. No quería repetir el percance del día anterior y darle más motivos a Gojo para burlarse.
Recorrió atenta los pasillos principales, memorizando distribuciones y caminos. Aunque la escuela era grande, estaba segura de aprenderse los recorridos en poco tiempo. No pensaba dejarse intimidar tan fácil.
Al doblar una esquina, se topó de frente con un grupo de estudiantes mayores. Entre ellos reconoció al líder, Warui Akutami. Rodó los ojos al recordar la rivalidad entre sus clanes.
Y es que años atrás, su hermano había asesinado al anterior líder de los Akutami. Sumado a ello, la humillación que sufría Warui de pequeño a manos de ella misma en un combate repetidamente.
—Miren qué tenemos aquí, una gatita extraviada.— Se burló él empujándola levemente.
—No tengo tiempo para tus tonterías.— Respondió cortante Yuuko, de mal humor tras los sucesos del día anterior. —¿Qué te pasa?
—¿Qué, qué te pasa?— Replicó Warui empujándola con más fuerza. —Me molesta tu presencia. Sería mejor que desaparecieras.
Yuuko no tuvo tiempo de responder, pues el grupo de Akutami continuó su camino. Se quedó quieta recobrando la calma, en tanto la adrenalina aún recorría su cuerpo. Vivir ahí se presentaba más difícil de lo esperado, pero estaba decidida a hacerse valer.
Bufó molesta y se alejó del grupito, pensando para sus adentros sobre lo pretencioso que era. Su clan no tenía ni punto de comparación con los más influyentes de Japón.
—Imbécil.— Murmuró entre dientes mientras se alejaba. Odiaba que se creyeran con derecho a tratarla de ese modo, y todo porque ella había estudiado antes en el extranjero. Ellos llevaban más tiempo en la escuela forjando su fama.
Prosiguió su recorrido con el ceño fruncido por el desagradable encuentro. De pronto, divisó al final del pasillo la singular cabellera blanca de Gojo. Rodó los ojos fastidiada ante la idea de otro encuentro, pensando en evitarlo.
Sin embargo, una idea cruzó su mente. Tal vez no fuera mala idea acercarse y preguntarle sobre atajos, secretos o detalles de la escuela, ya que llevaba más tiempo estudiando ahí.
Enderezó su uniforme y ajustó su postura con elegancia. Por muy insoportable que fuera, Gojo podría brindarle valiosa información. Así que respiró hondo y se encaminó hacia donde él se encontraba.