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—Una escuela cristiana, ¿eh?— Murmuró para sí Yuuko mientras caminaba por el lugar.
Había gran actividad de niñas realizando tareas y juegos al aire libre y dentro de las instalaciones.
—¡Señorita!— La llamaron de pronto a sus espaldas.
—¿Mhm?– Volteó topándose con un grupito de menores que la miraban expectantes. —¿Qué sucede?
—E-Esto.. su amigo..— Balbuceaba una, mientras las demás la empujaban con entusiasmo.
—¡El pelinegro! ¡Queremos su número!— Soltó de golpe toda roja.
Yuuko alzó las cejas, sorprendida. —¿Suguru?— Cuestionó. Era popular entre las chicas, pero dudaba que fueran de su interés estas niñas.
Suguru sin duda siempre causaba revuelo a donde quiera que iba.
—Chicas, creo que Suguru es algo mayor para ustedes, ¿no creen?— Comentó Yuuko con tono conciliador.
Ellas bajaron la mirada, apenadas.
—¡Pero..!— Intentaron protestar.
En ese momento, el celular de Yuuko comenzó a sonar. —Hablando del rey de Roma..— Murmuró ésta. Las niñas soltaron un chillido emocionado.
—¿Bueno?— Contestó alejándose un poco.
—Yuuko, necesito que encontrarnos con Satoru y Riko.. Ha pasado algo.— Dijo Suguru del otro lado. Su voz sonaba apagada.
—¿Uhm? ¿Estás bien, Suguru?— Preguntó preocupada.
—Sí. Ven rápido a la ubicación que te enviaré. Rápido, por favor.— Respondió él cortante.
Yuuko asintió aunque no podía verla. Algo no andaba bien con su amigo.
—Voy en camino.— Dijo Yuuko antes de cortar la llamada.
Volteó hacia el grupo de niñas que la observaban expectantes.
—Me tengo que ir ahora mismo, chicas.— Les anunció apresurada. Ellas parecieron alarmarse.
—No anden con personas mayores, ¿de acuerdo? Nada bueno saldrá de eso.— Les aconsejó con tono dulce pero firme.
Sin esperar respuesta, echó a correr velozmente saliendo del plantel educativo. Revisó la ubicación recibida en su teléfono y aumentó la marcha en esa dirección.
