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Al llegar al epicentro de la energía, Yuuko halló al portador: un Espíritu Maldito demacrado y alto, más propio de un ente de segundo grado.
Caminaba con desgano, sin percatarse de su presencia. Yuuko decidió terminar el trabajo de forma rápida y efectiva.
Impregnó su naginata de energía maldita, que brilló con un resplandor púrpura al ser blandida en descenso mortal. Mas el ser reaccionó ágilmente esquivando el impacto. Intentó luego tomarla por sorpresa pero ella se apartó a tiempo gracias a sus agudos reflejos.
—¿Cómo es posible?— Musitó para sí, sorprendida de su agilidad ante un espíritu de tan bajo nivel. Algo no encajaba..
El espíritu maldito se limitaba a modular una especie de sonidos guturales, como si intentara hablar.
—V-Ver.. d-de..
Yuuko, con mano en la cadera, lo observaba con atención. Su actitud la tomó por sorpresa.
—Es evidente tu grado es elevado.— Habló ella calmada pero en guardia. —Lo extraño es que no utilizaras algún dominio para ocultarte hasta ahora.
El espíritu se revolvía inquieto, como si luchara consigo mismo. Algo en su comportamiento no cuadraba. Yuuko lo estudió con ojo analítico, procurando entender sus movimientos antes de proceder.
—Hmph. Me da igual.— Se encogió de hombros con desdén.
Blandeó su naginata acercándose desafiante. El espiritu maldito reaccionó lanzándosele encima raudo. Yuuko logró evadirlo ágilmente.
Permaneció quizás demasiado tiempo pensando sus opciones, balanceando entre eliminarlo sin miramientos o dejarlo para que algún aliado potencial acudiera.
—¿Qué haré.. qué haré?— Se cuestionó en voz alta, dubitativa.
Era evidente el espíritu ocultaba algo. Si lo mataba, se iría información valiosa. Si aguardaba quizás alguien acudiría, podía tenderle una trampa.
Tras esquivar varios de sus ataques, Yuuko tomó una resolución. Sabía que no obtendría información del espíritu maldito por las malas, por lo que optó por piedad.
—Arco Divino.— Recitó conjurando un ritual. Una cálida luz dorada envolvió su arma.
Con un certero y limpio movimiento, partió al ente a la mitad antes de que este pudiera reaccionar. Sus formas se disolvieron sobre la hierba, liberadas del sufrimiento de aquella existencia.
Un acto misericordioso para con el alma atormentada. Yuuko contempló pensativa cómo se desintegraba, sintiéndose en paz consigo misma por haber optado no seguir prolongando su agonía.
