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Por un momento, los ojos de Warui y Yuuko se cruzaron, y en ellos pudieron verse los niños que alguna vez fueron, criados para odiarse hasta la muerte.
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Ambos jadeaban terriblemente agotados, con moretones y sangre en sus pequeños cuerpos.
—¡Ataca de una vez, mocoso!— Bramó el abuelo de Warui.
El pelirrojo se abalanzó sobre Yuuko, lleno de coraje y odio hacia ella, hacia todo.
—¡Acaba de una maldita vez, babosa!— Secundó Toji entre risas.
Pero con agilidad felina, fruto de su pequeña contextura, Yuuko esquivó el ataque y logró someter a Warui, haciendo presión sobre su espalda.
—Ríndete.— Dijo ella, forcejeando para controlar sus brazos.
—¡Nunca!— Gritó él, luchando por zafarse.
Ambos integrantes de diferentes familias observaban el duelo, ajenas al dolor que sembrarían en esos niños obligados a cumplir el destino que se habían empeñado en imponerles.
Los niños forcejearon, ambos al borde del colapso. Quizás en el fondo ni ellos mismos comprendían el alcance de su enemistad, simplemente repetían lo que les enseñaron desde pequeños.
El rostro del pequeño Warui comenzó a tornarse púrpura conforme sus fuerzas menguaban. Su resistencia estaba por ceder.
Fue entonces cuando Yuuko salió despedida contra una pared, dejando escapar un quejido de dolor.
—¡Maldita mocosa!— Bramó el abuelo Akutami acercándose amenazante.
Ella soltó un gemido ahogado, alzando la vista hacia la imponente figura.
Pero de pronto, Toji irrumpió entre ambos con su porte habitual. Su juvenil rostro, casi siempre impasible, ahora exhibía una sonrisa burlona.
—Te dije que esto resultaría así. Ella siempre gana. Deberías dejar de hundir más el poco orgullo de los Akutami y llevártelo de aquí.— Señaló con sorna al pequeño Warui.
El mayor hervía de ira, mas tuvo que arrastrar a su nieto derrotado, alejándose ante la gélida mirada de Toji.
El mayor de los Zenin miró a Yuuko tendida en el suelo, jadeando trabajosamente. Nunca les habían enseñado a mostrar afecto de forma abierta.
—No lo hiciste tan mal.— Murmuró el mayor clavando su fría mirada en ella.
La niña, que luchaba únicamente por obtener su aprobación, esbozó una hermosa sonrisa sincera a pesar del dolor.
