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—¿Cuánto más se hará de rogar ese Yaga?— Se quejó Gojo, impaciente.
Los demás aguardaban conversando para matar el tiempo. Gojo se encontraba recostado con los brazos cruzados, fingiendo aún molestia.
—¿Sigues dolido porque te dejamos haciendo el trabajo sucio, Satoru?— Picó Suguru con burla.
Gojo entrecerró los ojos, cruzándose de brazos.
—Tuve que limpiar los salones yo solo.— Masculló.
—Tuvimos.— Lo corrigió Yuuko secamente.
—Nanami nos llamó para ayudarlo en algo.— Intentó justificarse Shoko.
—No lo intentes arreglar.— Dijeron Gojo y Yuuko a dúo.
—Ya lo intenté.— Rió ella, resignada a calmar las aguas.
Mientras los amigos seguían en su acostumbrada disputa, Suguru y Shoko intercambiaron miradas cómplices. Por muy adultos que pretendieran ser, aquel cuarteto jamás cambiaría.
—De hecho, están sentados sobre asientos limpios, cortesía de mis esfuerzos.— Prosiguió Gojo con aires de suficiencia.
—Querrás decir cortesía de los míos.— Lo corrigió Yuuko sin inmutarse. —Lo único que hiciste tú fue quejarte mientras te revolcabas por el suelo como un gusano.
—¡¿Me llamaste gusano?!— Exclamó Gojo ofendido.
—Así es, gusano.— Reafirmó ella con calma, esbozando una disimulada sonrisa.
Shoko y Suguru contemplaban la escena conteniendo la risa.
—¡No decías lo mismo ayer cuando..!— Exclamó Gojo triunfante, hasta que Yuuko lo golpeó repentinamente.
Los demás abrieron los ojos, sorprendidos ante la insinuación.
—¿Ayer?— Murmuró Suguru, picado por la curiosidad.
—¿Qué estuvieron haciendo?— Quiso saber Shoko entre risas pícaras.
—¡Nada!— Negó Yuuko con vehemencia, roja como un tomate.
—Terminamos terriblemente sudados los dos, fue agotador.— Rio Gojo con intención, sabiendo lo que sus palabras provocarían.
—¿De verdad? Qué interesante.— Picó Suguru con burla.
—¡Fue porque estábamos limpiando!— Se excusó ella muerta de vergüenza.
—Oh sí, la pequeña Zenin es toda una experta.— Añadió Gojo, deleitándose en lo colorada que se ponía su amiga.
—¡Satoru Gojo, ya basta!— Exclamó ella, lanzándose repentinamente sobre él en un ataque de fingida ira.
Ambos rodaron por el suelo enfrascados en una lucha de forcejeos, entre las quejas de Yuuko y las risas estridentes de Gojo, quien pretendía defenderse sin éxito de aquel torbellino humano.
