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El último día había sido maravilloso explorando lugares hermosos. Por la noche, en el hotel, Yuuko estaba en el balcón admirando la luna sobre las olas.
—¿Qué estás haciendo tan sola?— La alcanzó Satoru recargándose junto a ella.
—No puedo dormir.— Respondió sin voltear a verlo.
—¿Tienes pesadillas? Sabes que estoy para proteger a los débiles.— Bromeó intentando animarla.
—No es eso..— Musitó Yuuko apenada.
—¿Entonces qué ocurre?— Insistió Satoru con un nuevo tinte de preocupación al ver que ella no se molestaba como siempre.
—Tengo un mal presentimiento.— Murmulló la chica sin atreverse a alzar el rostro.
—¿De qué se trata?— Indagó Satoru inclinándose para tratar de verla a los ojos.
—Creo que no podré dormir.— Susurró ella desviando la mirada, abrumada por emociones difíciles de descifrar incluso para sí misma.
Con dulzura, Satoru levantó delicadamente el mentón de Yuuko para que lo viera.
—Nada malo ocurrirá, porque yo estoy aquí.— Dijo regalándole una sonrisa tranquilizadora. —Creo que deberías intentar dormir.
—¿Y tú? Sé que tampoco duermes.— Rebatió ella alzando tímidamente la vista ya que era más baja.
—Me atrapaste.— Rió él.
—No es gracioso. Sabes que no dormir te hace daño.— Expresó Yuuko con evidente preocupación.
Sus ojos, antes opacos por la angustia, recuperaban el brillo ante la sincera atención de Satoru. Verlo a salvo era lo único que necesitaba para sentir paz.
Satoru sonrió plácidamente, apreciando esos ojos únicos siempre fijos en él. Sentía honor en tenerla pendiente desde el inicio, para bien o para mal.
—Tienes unos ojos peculiares, ese tono gris azulado hipnotiza.— Comentó encantado.
—¿A qué viene eso?— Balbuceó Yuuko ruborizándose.
—No te preocupes por mí, ve a descansar.— La calmó él desviando el tema. —Yo cuidaré de tus sueños.
—El que necesita descanso eres tú.— Dijo ella rehuyendo la mirada y acostándose en la hamaca del balcón para ocultar su turbación.
