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Katsuo miraba distraídamente por la ventana de la cafetería en el centro de Osaka. Dentro podía ver a Yuuko sosteniendo una conversación con algunas figuras del gobierno.
—Está será la última conferencia que doy.— Decía ella sin mostrar emoción alguna. —No me gusta la manera en que esas personas me miran.
El señor Yoshida asentía comprensivo.
—A nadie le agradan, señorita Naomi.— Corroboró.
Uno de los hombres se mostró frustrado.
—Pero es necesario. Esta fue su última aparición.— Dijo. —Le depositaremos todo lo acordado y no tendremos que vernos más.
—Eso espero.— Replicó Yuuko escuetamente. —Tengo otros asuntos que atender.
Dirigió una fugaz mirada al pequeño Katsuo, quien aguardaba apoyado sobre la mesa, aburrido.
—¿Está segura de querer quedarse con el niño?— Cuestionó Yoshida, refiriéndose al joven Katsuo.
—¿Acaso les importa?— Rebatió ella tajante, sin dar más explicaciones.
—No, un mocoso menos del que encargarnos.— Se quejó el hombre.
—Ustedes ni siquiera..— Intentó replicar Yuuko, siendo interrumpida por Yoshida.
—Señorita Naomi, por favor no comencemos una discusión.— Rogó él con un suspiro.
Sabía que aquel agente y Yuuko chocaban constantemente. Ella asintió para calmarlo.
—Esperaré mi dinero.— Espetó antes de darse la vuelta e ingresar a la cafetería.
Al cruzar la puerta notó que Katsuo no despegaba la mirada de los hombres.
—Esos tipos no tienen buenas intenciones.— Murmuró el niño.
—No es algo que deba preocuparte.— Replicó Yuuko sentándose frente a él. —¿Por qué no pediste nada?
Katsuo le sostuvo la mirada.
—Estaba esperándote.— Contestó con simpleza.
Ella suspiró, comprendiendo.
—Entiendo. Pide lo que quieras, debes alimentarte bien a tu edad.— Ofreció levantando la mano para llamar a la mesera.
—¿De dónde sacas tanto dinero?— Inquirió Katsuo con su natural curiosidad. —¿Era por esos hombres?
Yuuko lo observó alzando una ceja, acostumbrada a su directa franqueza.
—En parte, sí. Pero la mayoría es por una herencia muy grande y otras actividades que solía realizar.— Contestó.
