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Los siguientes días, Yuuko llegó recibió una amenaza los altos mandos de la Hechicería.
Un amenaza de la que solo tenían conocimiento ellos y ella misma. Esos días, Yuuko pasó muy poco tiempo en la escuela.
Ahora, esa noche se encontraba en su habitación contemplando la oscuridad vacía que ahora albergaba.
Soltó un profundo suspiro, sin querer soltarse a llorar. Ya había tomado una decisión.
No había vuelta atrás.
Sabía que estaba jugando con fuego con su plan. Pero no veía otra opción si quería estar con Megumi antes que el clan. Solo esperaba no arrepentirse de las consecuencias que pudiera acarrear su trato con la Hechicería. Aunque estuviera sola en esta jugada, confiaba en que valdría la pena el riesgo por proteger al niño.
Dirigió una última mirada cargada de sentimientos no dichos hacia su mesita de noche. Ahí reposaba un papel escrito por su propia mano.
Una lágrima solitaria corrió por su mejilla, iluminada momentáneamente por la tenue luz de luna antes de borrarse con su mano temblorosa.
Dio media vuelta y salió cerrando la puerta tras de sí. Caminó lentamente por los pasillos, los mismos en los que había compartido tantos recuerdos con sus amigos.
Ahora esos amigos parecían un grupo de extraños.. Dudaba volver a verlos tras lo que estaba a punto de hacer. Pero no había otra forma de cumplir con su objetivo. No encontraba otra forma de hacerlo.
Solo esperaba que algún día pudieran comprender por qué tomó esta decisión.
Con un suspiro, siguió avanzando en las sombras lejos de la Hechicería. No había vuelta atrás.
...
La tarde transcurría en silencio en la escuela de la Hechicería, roto solo por el seco golpe que Yaga dejó sobre su escritorio.
Shoko y Satoru, que acababan de volver de una misión, escucharon el ruido y fueron a ver qué ocurría.
—¿Sucede algo?— Preguntó Shoko mirando fijamente a su maestro.
Él apretó los puños con fuerza contenida.
—¿Por qué lo dices?
—¿Será porque acabas de dejarle un agujero a la mesa de un golpe?— Inquirió Satoru señalando la tabla dañada, burlón.
Yaga suspiró conteniendo su enfado. Sabía que la noticia no sería bien recibida.
—Yuuko Zenin ha abandonado la escuela de Hechicería en la madrugada del 7 de diciembre.— Soltó sin rodeos.
