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Lejos de el trío de hechiceros. Estaban sus amigos llegando como apoyo a una misión.
Entre los escombros, Utahime forcejeaba para salir. De pronto, una figura apareció sobre las rocas.
—Vine a rescatarlas, Utahime. ¿Estás llorando?— Bromeó la voz burlona de Satoru Gojo.
—¡Claro que no! ¡Lárgate!— Le gruñó ella, frustrada.
—¿Me consolarias si yo estuviera llorando? Me gustaría que lo hicieras.— Intervino otra voz femenina.
Mei Mei se plantó junto a ellos con calma. Satoru retiró su pie de las piedras para prestarle atención.
—Pero tú no llorarías, ¿o sí? Eres fuerte.— Señaló él.
—¿Tú crees?— Replicó ella con una risita provocativa.
—¡Gojo, escúchame! No necesito que me res..— Las palabras de Utahime murieron en su garganta al ver algo detrás.
Un Espíritu Maldito emergió de entre los escombros. Pero antes de que pudiera hacer nada, una maldición surgió bajo sus pies, salvando a Utahime en el acto.
—No te la tragues. La agregaré a mi inventario después.— Bromeó Suguru Geto con su tono sereno. —Satoru, no es bueno burlarse de los débiles.
—¿Quién es tan estúpido como para burlarse de los fuertes?— Replicó él arrogante.
—Tú eres él que sin querer echó más leña al fuego, Geto.— Intervino Mei con media sonrisa.
Sus palabras tensaron a Utahime nuevamente. Pero antes de que reaccionara, una dulce voz la llamó.
—Señorita Utahime..
Entre las ruinas, una silueta se recortó: era Shoko Leiri, con un cigarrillo entre los labios como siempre.
Al verla, el rostro de Utahime se iluminó. Corrió hacia ella.
-—¡Shoko!— Exclamó con genuina alegría.
—Estaba preocupada por ustedes. No se habían reportado en dos días.— Dijo ésta con calma.
—¡Shoko!— Utahime la abrazó con efusividad. —¡No debes volverte igual a esos dos!
Shoko dejó escapar una risita.
—¿Cómo voy a ser como esas basuras si tengo a Yuuko para impedírmelo?— Replicó con suavidad.
El sólo oír el nombre de su compañera tranquilizó a Utahime.
