¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
●•●
Los días transcurrían con calma mientras esperaban al maestro Yaga.
Yuuko y Shoko charlaban cuando Gojo les interrumpió cambiando de lugar repentinamente.
—Blah blah, ¿no se cansan de tanta cháchara sobre ropa?— Las molestó abrazando a Yuuko.
Ella frunció el ceño ante la interrupción e intrusión.
—Quizás para alguien sin gusto ni estilo resulta aburrido.— Replicó calmadamente. —No espero que me entiendas, pero yo no me conformo con cómo me veo.
Shoko ahogó una risilla ante su respuesta. Suguru observaba acostumbrado a sus disputas.
De pronto, Yuuko deslizó mano rápida hacia atrás, deteniéndose a milímetros de los ojos de Gojo, en simulado ataque.
—Y no me gusta que invadan mi espacio.— Advirtió con tono dulce pero peligroso. —¿Hace cuanto te lavaste las manos, Gojo?
—No lo hice.— Rió él apretando sus mejillas sonrojadas.
—¡Asqueroso!— Exclamó intentando librarse.
Suguru y Shoko sabían Gojo estaba más limpio desde que estaba con ella, por lo que no intervinieron en su juego. Aunque simularan molestarse, su complicidad era evidente.
—¡Wuacala!— Rió Suguru ante la escena.
—Ya la chupó el diablo.— Secundó Shoko encendiendo un cigarro.
—¡Blah!— Gojo se posicionó sobre Yuuko entre forcejeos.
—¡Quítate!— Ella intentaba zafarse sonrojada. —¡Ayúdenme a quitar a este orangután!
Shoko y Suguru fingieron no escuchar, silbando despreocupadamente.
—¡Traidores!— Les recriminó ella moviéndose bruscamente.
Lo que provocó que los tres cayeran del banco en un revoltijo de brazos y piernas. Gojo reía divertido encima, Yuuko furiosa debajo de él intentaba zafarse. Sus amigos también rieron contagiados por la escena.
—Idiotas.— Murmuró Yuuko lanzando un puñetazo esquivado por los tres.
—Siempre metiéndote en problemas.— La reprendió Suguru con falsa seriedad, aunque sus ojos delataban diversión.
Shoko reía ofreciendo cigarro a su amiga. Sabían que Yuuko se vengaría pronto con alguna travesura.
Así eran siempre: confianza para divertirse sin preocupaciones ni juicios de valor. Cada cual era libre de ser como era, aceptado por los demás a pesar de sus diferencias.
