¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Steven y tú llevaban tres meses como novios, un período que para ti había sido de pura felicidad. Admirabas su tranquilidad y gentileza, y amabas cómo hacía que cada momento juntos se sintiera especial.
Steven, por otro lado, se preguntaba a menudo cómo una persona como tú podría elegirlo a él. Para él, eras un rayo de luz en su vida, siempre buscando nuevas experiencias sin perder tu encanto.
El recuerdo de cómo aceptaste estar con él aún lo hacía sonreír. No había sido capaz de ver el momento exacto en que ocurrió, pero sabía que era afortunado de tenerte a su lado.
En esa noche, estaban en una cita, aunque Steven no había sido quien tomó la iniciativa. Se ponía nervioso al intentarlo, así que fuiste tú quien organizó todo.
Conocías la dieta vegana de Steven, por lo que decidiste llevarlo a un lugar especial. No era el típico restaurante de carnes, sino uno que ofrecía opciones deliciosas para ambos, donde podían disfrutar sin preocuparse por las restricciones alimenticias.
Aunque para ti lo importante era simplemente estar con Steven, él también apreciaba cada momento a tu lado.
Steven te observaba con la misma devoción con la que tú examinabas el menú, como si fueras la personificación de la belleza misma. Para él, eras la cosa más hermosa en el universo, y no dudaba en demostrarlo con cada mirada que te dedicaba.
Al levantar la mirada, sentiste su mirada intensa sobre ti, acompañada de una sonrisa tonta propia de alguien profundamente enamorado.
—¿Tengo algo en el rostro?—, preguntaste con una sonrisa juguetona, antes de volver a concentrarte en el menú.
Tu pregunta tomó a Steven por sorpresa, haciéndolo sobresaltarse levemente antes de negar con la cabeza, incapaz de apartar los ojos de ti.
—C... Claro que no, Querida—. Respondió con nervios, abriendo el menú con movimientos torpes, tratando desesperadamente de distraerse de la vergüenza que lo invadía al darse cuenta de que habías notado su intensa observación. Sus manos temblaban ligeramente mientras pasaba las páginas del menú, tratando en vano de encontrar algo que captara su atención más que tu propia presencia.
—Aja...—. Murmuraste, sin dejar de hojear el menú. Podías sentir cómo habías puesto nervioso a Steven con tu pregunta.
Después de ordenar, decidiste tomar las manos de Steven sobre la mesa. Al sentir tu contacto, Steven dio un pequeño sobresalto. Siempre le ponía nervioso tu afecto, como si no pudiera creerse tan afortunado.
—¿Cómo te fue hoy en el trabajo, amor?— preguntaste, mirándolo fijamente.
Una sonrisa se formó en los labios de Steven ante tu pregunta.
