"Steven Grant es el tipo de novio que te escribe poemas para expresar su amor, porque le resulta difícil decirlo en persona"
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Era una tarde lluviosa en Londres, las gotas de lluvia golpeaban suavemente las ventanas del departamento mientras tú te acurrucabas en el sofá con una manta. Estabas leyendo un libro cuando escuchaste la puerta del apartamento abrirse y cerrarse.
—Cariño, ya llegué—, dijo Steven con su voz suave y nerviosa, entrando en la sala con una pequeña sonrisa.
Llevaba consigo una bolsa de papel y algo escondido detrás de su espalda.
Levantaste la mirada y le sonreíste, sintiéndote instantáneamente reconfortada por su presencia.
—Hola, Steven—. Respondiste con cariño. —¿Qué tienes ahí?
Steven se acercó tímidamente con sus mejillas enrojecidas. Sacó un pequeño cuaderno de su espalda y te lo entregó con manos temblorosas.
—Es... Es para ti—, dijo, evitando tu mirada por un momento. —No soy muy bueno con las palabras, así que... planee escribirte algo y simplemente no pude parar después de eso y llené casi la mitad del libro, lo siento...
Tomaste el cuaderno con curiosidad y empezaste a hojearlo. Tus ojos se agrandaron al ver que cada página estaba llena de poemas escritos a mano, todos dedicados a ti.
Uno de ellos decía:
"Tus ojos son faros en la oscuridad, guiándome siempre con su luz tan clara. Tu risa, música que nunca cesa, mi corazón late solo por ti, mi estrella."
Levantaste la mirada y viste a Steven observándote con nerviosismo, esperando tu reacción.
Una sonrisa tierna se dibujó en tu rostro mientras sentías cómo tu corazón se llenaba de amor por él.
—Steven, esto es hermoso—. Dijiste con sinceridad, acercándote para darle un beso en la mejilla. —No tienes idea de cuánto significa para mí.
Steven soltó un suspiro de alivio y sonrió tímidamente.
—Me alegra que te guste—. Murmuró, rascándose la nuca con nerviosismo. —Siempre me cuesta decirte lo que siento, así que pensé que escribirlo sería más fácil...
Lo abrazaste con fuerza, sintiendo el calor y la ternura de su cuerpo contra el tuyo.
—Cada palabra tuya es un tesoro para mí—, susurraste en su oído. —No importa cómo lo expreses, siempre sabré cuánto me amas.
Steven te abrazó de vuelta, su corazón latiendo con fuerza al sentir tu amor y aceptación.
—Te amo—, murmuró con voz temblorosa. —Y siempre lo haré, aunque me cueste decirlo.
Sonreíste, sabiendo que cada poema, cada palabra escrita con tanto cuidado y amor, era una prueba del profundo sentimiento que Steven tenía por ti.
