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🌌006🌌

"Je t'aime mon amour. Tu fais de moi l'homme le plus heureux du monde"

-Steven Grant🪞

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Había sido un día bastante largo en el museo. El lugar ahora tenía una nueva exhibición, y la gente —por obvias razones— no había parado de venir en toda la mañana y en el día en general. Eso quiere decir, que Steven estuvo ocupado la gran parte del tiempo, para no decir todo.

Cuando por fin llegó a su apartamento —cabe destacar que muy tarde, aproximadamente a las 2 a.m— dejó las llaves en su abrigo y lo colgó en el perchero antes de quitarse los zapatos, para entrar por fin a su hogar. Caminó unos cuantos pasos al interior del lugar, cuando te vio sentada en el sillón, ya completamente dormida.

Su vista se posó de inmediato en la mesita cerca de donde estabas, viendo dos tazas de té ya frías. Lo habías estado esperando. Pero al parecer, el sueño te venció antes.

Steven sonrió al ver cómo lucías. Tenías puesta una remera blanca delgada de tirantes y unos pantalones de él que te quedaban anchos, junto a tus lentes, algo caídos debido a la postura baja de tu cabeza.

Con cuidado, se acercó a ti y acomodó tu cuerpo en sus brazos para cargarte hacia la cama que ambos compartían. Mientras caminaba, observó cómo habías babeado un poco, debido al pequeño brillo que se mostraba en la comisura del lado derecho de tu labio.

—Mon amour, siempre tan linda —susurró, más para sí mismo que para ti.

Luego, te acomodó en la cama con la misma delicadeza que si fueran una flor frágil, quitándote los lentes para después taparte con las suaves sábanas.
Tras haber hecho esto, se fué a tomar algo antes de dormir, puesto a qué no había comido nada después de haber salido del trabajo, y cuando terminó, se cambió de ropa para deslizarse en la cama a tu lado, tomando una de tus manos entre las suyas.

—"Je t'aime mon amour. Tu fais de moi l'homme le plus heureux du monde" (Te amo mi amor. Me haces el hombre más feliz del mundo).  —murmuró Steven, con una sonrisa en sus labios, mientras apretaba ligeramente tú mano con la suya.

Mientras observaba tu rostro dormido, una sensación de paz lo envolvió.
A pesar del cansancio y la fatiga del día, tenerte a su lado hacía que todo valiera la pena.

Con un suave movimiento, tomó una de tus piernas para ponerla en su cintura, acercando tu cuerpo hacia el de él, para poder sentir tu calor.
Involuntariamente lo abrazaste, escondiendo tu rostro en su pecho como todas las noches solías hacerlo.

Sus manos tomaron tus cabellos, jugando con ellos y enrrollandolos en su dedo índice, mientras te admiraba como si fueras la cosa más hermosa del universo, y lo eras para él.

No había una mujer más hermosa que tú.

Steven suspiró, besando tu frente con cariño.

—Buenas noches, mi amor—. Susurró, cerrando los ojos, dejando que la tranquilidad del momento lo envolviera.

Sabía que debería enfrentar otro día agotador en el museo cuando despertara. Pero eso a él no le importaba. Después de todo, sabía que cuando abriera sus ojos, tu estarías ahi para abrazarlo y hacerlo sonreír como siempre hacías.