Contexto: Tú y Steven celebran el aniversario de “amigos”, pero ambos quieren ser más.
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Subiste las escaleras del edificio hacia el departamento de Steven paso a paso para asegurarse de que no se le cayera la bolsa de papel marrón con papel de seda blanco sobresaliendo de la parte superior que tenía en la mano. En el último escalón, saltaste y te dirigiste hacia la puerta del lugar.
Moviendo la llave, abriste la puerta y entraste al departamento.
Ahí, notaste que no había nadie.
—Hola, Steven—. Lo llamaste, continuando tu marcha confiada hacia la habitación.
—¡En la habitación!—. Exclamó él, con alegría. Tú sonreiste ante eso, antes de acercarte a la habitación de tu amigo.
Era difícil mantener la emoción, sabiendo que lo que fuera que hubiera en la bolsa de papel seguramente sería el mejor regalo que jamás le habrías dado.
Al llegar a la habitación, encontraste a Steven sentado en su cama con un libro en la mano, una pierna cruzada sobre la otra y su espalda apoyada contra el marco de la cama.
Respiraste hondo, escondiendo la bolsa detrás de tu espalda antes de arrullar:
—Yoo-hoo~
Steven podía reconocer tu dulce y vainilla voz en cualquier lugar. Bajó el libro en sus manos para echar un vistazo a la figura parada ahí. Luego se sacó sus lentes para ver tu pequeña silueta asomándose y no pudo evitar mostrar una sonrisa emocionada.
—Steven~—. Tarareaste con una sonrisa, haciendo contacto visual con él. Lo escuchaste reír y lo viste dejar el libro en la cama antes de dirigirse hacia ti.
La figura de Steven creció a medida que se acercaba.
—Hola, ___~—. Él imitó tu tarareo, mirándote con una sonrisa.
Tú sentiste que tu corazón saltaba al mirarlo. La forma en que él se alzaba sobre ti te ponía nerviosa. Tus mejillas se sonrojaron ligeramente mientras él mantenía contacto visual contigo.
—Oye, Stevie— sonreiste, apretando con más fuerza la bolsa que se escondía detrás de tí. Le encantaba ese apodo que tú usabas, no cuando Donna lo hacía.
Supusiste que el ligero movimiento hizo un ruido porque los ojos de Steven parpadearon hacia tus manos sospechosamente escondidas de ti. Sintió curiosidad y levantó su ceja.
—¿Qué tienes ahí, ___?—. Preguntó.
—Nada.
Él notó tu lindo, pero inútil intento de ocultar tu sonrisa emocionada y puso los ojos en blanco.
