Libro 1: Capitulo 20

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Al taxi que tomó en su tienda le llevó menos de veinte minutos llegar a la Torre Carvajal. Se detuvieron en la acera, ella le pagó al taxista y bajó rápidamente, caminó deprisa atravesando la bahía frente al edificio y entró en el vestíbulo. En el momento justo en que cruzó las enormes puertas giratorias llamó a Valentina a su móvil.

-He llegado... -le dijo sin más ceremonias, tal como la ojiazul lo hacía tan a menudo con ella.

-Te espero... -fue lo único que Valentina dijo antes de cortar la llamada.

Juliana rio y aceleró su paso hacia la recepción. Aún le quedaban al menos tres o cuatro metros antes de llegar al recibidor, pero la mirada de hostilidad visceral que la recepcionista le dedicó, le hizo sentir que el lugar se reducía caóticamente a su alrededor.

La mujer volvió a darle un escaneo descarado, tal como lo había hecho la primera vez que había entrado en la torre, pero esta vez no debería tener ninguna razón, no llevaba shorts ni escotes. Estaba completamente segura de estar vestida más que adecuadamente. Se había puesto un pantalón recto color rosa, una blusa negra ajustada que marcaba sugerentemente sus senos sin mostrar nada de piel en realidad, y un blazer de tela opaca color champaña. Llevaba zapatos negros de plataforma de dieciséis centímetros y un clásico bolso Ralph Lauren de cuero negro. Se había recogido la mitad del cabello en un discreto y elegante tupé, y había hecho una verdadera obra de arte con su maquillaje, resaltando entre tonos terracota el marrón de sus ojos.

No, la molesta rubia en la recepción no tenía nada que recriminarle a su apariencia, así que definitivamente debía tratarse simplemente de vulgar envidia, y desde luego, Juliana Valdés no se iba a permitir ser amilanada por tal cosa. Echando sus hombros hacia atrás, levantó el mentón y estiró elegantemente sus zancadas, luciendo por completo cuan largas eran sus estilizadas piernas. Con gesto altivo arribó al recibidor.

-Buenos días... -saludó a la mujer con la misma cortesía con la que un aristócrata pide que le sea servido el té- ¿Puede anunciarme con la señorita Carvajal, por favor?...

-¿Tiene cita con ella?... -inquirió la irritante mujer apagando sus parpados con prepotencia.

-Sí... -sonrió con suficiencia- Soy Juliana...

-Necesito su apellido... -repuso la rubia entre dientes.

-Valdés... -contestó elevando ambas cejas.

La recepcionista apagó odiosamente sus parpados de nuevo, y se concentró en la pantalla de su computador empotrado en el mármol de la recepción, descendió despacio por una lista de dos páginas, y conforme avanzaba, una antipática sonrisa se formó en su cara.

-Lo siento... -fingió pesar mientras fruncía los labios- Su nombre no está en la agenda...

-¡Juliana!... -la voz de Valentina resonó entre las paredes de mármol, mientras se acercaba a ella con paso rápido y firme.

Giró y se quedó completamente poseída por la visión de Valentina aproximándose. Vestía un traje femenino color grafito exquisitamente cortado, que estaba prendido a su cuerpo de una manera que la perfección no alcanzaba a explicar. No obstante, sus pupilas sólo se dilataron hambrientas en el impactante contraste de su banda escarlata como la sangre.

Era una elección arriesgada, ella como diseñadora lo tenía muy claro, colores sólidos tan llamativos no eran fáciles de llevar, pero hasta ahora no había descubierto una sola cosa que la señorita fiscal no hiciera bien. Era una banda delgada, la tela tenía un acabado mate y el nudo definitivamente no era convencional, era una serie de ingeniosos giros sofisticados que aportaban varias capas sobre la forma de diamante en su cuello. Lo había hecho para destacar, no tenía la menor duda. Pero era sobre todo como el color vibrante jugaba con su piel blanca, tan latina e impetuosa como ella misma, lo que la había dejado sin palabras. Había fuerza en su porte, ímpetu, ardor, y un erotismo hipnotizante que le provocaba ideas estremecedoramente sexuales.

Dulces Mentiras Amargas Verdades (Saga completa) Juliantina g!p adapt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora