Epílogo 5: Nuestra Boda

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Tres meses después en el momento en que Valentina vio a Juliana entrar de la mano de su tío a la Catedral, juraba que podría casarse una diez veces más con esa mujer, tan sólo para disfrutar de esa imagen casi sobrenatural de sensualidad prodigiosa.

El vestido blanco con detalles en color gris perla, se le aferraba al cuerpo como una segunda piel y justo a la altura de las rodillas una falda ancha, era manga larga pero de tela transparente con bordados y piedras lo que daba la impresión de que sus brazos llevaban diamantes, de cuello redondo con la mitad de los hombros al descubierto.

La sonrisa de su futura esposa era lo más bonito que había visto en la vida, toda ella era lo más lindo sobre la tierra. Eso se lo repetía una y otra vez a cada paso que Juliana daba hacia ella.

Después de casi seis años de conocerse, de tener casi cuatro viviendo juntas se daban la oportunidad de unirse de otra manera, ante los ojos del Dios de Juliana y qué no haría Valentina por ella. Estaba dispuesta a hacer hasta lo imposible por esa mujer, por la madre de su hijo.

Juliana se sentía apenada y nerviosa, porque el vestido prácticamente le impedía caminar, lo había confeccionado realmente ceñido al cuerpo y sus pasos debían ser cortos, haciendo el trayecto hasta el altar mucho más largo.

La mano de León le acariciaba la de ella y le regalaba fugaces miradas, pidiéndole un poco de calma, pero eso para él era fácil porque no estaba siendo el centro de miradas. Estaba segura que el vientre aún estaba completamente plano, pero la diseñadora sentía que todos podían verlo y no porque estuviese escondiendo el embarazo, sino porque su sentido de la perfección no aceptaba ningún bultito arruinando el vestido.

Aunado a eso, casi no podía respirar y el corazón se le iba a salir por la boca a consecuencia de la sonrisa con que Valentina la esperaba en el altar. ¿Acaso no era consciente de que la estaba torturando? Se moría por gritarle que dejara de provocarla de esa manera. No podía ser completamente consciente de todo lo que la rodeaba, los nervios distorsionaban todo a su alrededor desde el coro de la iglesia hasta los invitados y la decoración.

Valentina no sabía si la sensación de asfixia que sentía era a consecuencia del torturante nudo de lágrimas que se le había aferrado en la garganta por las emociones y que por más que tragara no lograba pasarlo o si era por el bendito plastrón.

Su mirada se ancló en Juliana que estaba a dos pasos de distancia, mientras su tío extendía su mano pidiéndole la de ella por fin provocando un contacto entre las futuras novias.

-Juliana, cuida de mi hija, ahora te toca a ti guiarla...

-Tío es al revés... -masculló Valentina- Se supone que soy yo quien debe cuidarla, me estás entregando a mí...

-Sé que la cuidarás, pero tú necesitas quien te cuide... -dijo León con una sonrisa.

-Lo haré. Puede estar tranquilo, señor Carvajal... -dijo Juliana con una brillante sonrisa y ese pequeño e inesperado suceso por parte de León las hizo liberar un poco las inquietudes que las gobernaban.

Valentina admiraba el hermoso perfil de Juliana, su peinado de un moño a la base de la nuca de donde salía el velo la hacía lucir más estilizada.

Juliana se acercó al oído de Valentina antes de subir los escalones al altar y le dijo:

-Echa un vistazo al velo... -murmuró con pillería.

Valentina la dejó adelantar un poco y de soslayo, miró a la espalda de su mujer y como si no fuese suficiente la tela bordada que se abrazaba exquisitamente a cada curva de su escultural cuerpo tenía un escote tan profundo en la espalda que le robó totalmente la cordura, tanto que tuvo que aclararse un par de veces la garganta y respirar profundo como tres veces para poner atención al matrimonio y no a las ganas que su mujer despertaba en ella.

Dulces Mentiras Amargas Verdades (Saga completa) Juliantina g!p adapt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora