Antes de que Elizabeth naciera, Valentina Carvajal, nunca, bajo ningún concepto pasaría más de quince minutos en una cocina y mucho menos, preparar por ella misma, algo más allá de un par de emparedados o un poco de cereal con leche.
Con su niña no sólo había aprendido a preparar biberones y cambiar pañales malolientes, por primera vez estaba preparando una crema de calabaza. En la cocina todo era un completo desastre, pero nadie podía privarle el placer de alimentar a su hija, sin importar los errores de ensayo.
Juliana se estaba bañando, y la señora Consuelo se encontraba organizando la habitación de la niña, mientras que Snow cuidaba de Elizabeth, y suponía que conversaban, ella balbuceaba sin parar, a esa lengua le temía porque estaba segura que la había heredado de su mamá Juliana, que no dejaba de hablar ni dormida. Snow de vez en cuando gemía o ladraba, tal vez mostrándose de acuerdo, porque no tenía más opciones.
Valentina siempre miraba de soslayo, atenta a lo que hacía ese par, y reía bajito, porque al parecer, la mariposita exigente lo que le pedía a Snow era que la meciera.
La crema de calabaza estaba casi lista, a su gusto le parecía que estaba bien, pero la única persona encargada de dar un veredicto final, era Elizabeth.
La dejó reposar para que tomara la temperatura adecuada para el paladar de su hija. Poco a poco había aprendido a ser mamá, a estar atenta a las más exigentes necesidades de su niña.
-¿Cómo va todo?... -preguntó Juliana entrando en la cocina.
-Todo bajo control... -dijo limpiándose las manos con un paño.
-Para ti, pero no para la pobre de Consuelo. ¡Esto parece un campo de batalla!... -abrió los ojos desmesuradamente al ver el reguero de leche en polvo, crema de calabaza, agua y un poco de todos los ingredientes que usó para preparar el alimento de Elizabeth- ¡Hasta en la pared!...
Valentina le acunó el rostro a Juliana y la besó para que no siguiera protestando.
-No fue mi culpa, fue del procesador. Ya no mires... -le dijo contra los labios- Lo importante es que lo he logrado...
-Espero y no termines por envenenar a nuestra niña...
-¡Jamás! Me he cerciorado de la fecha de caducidad de cada ingrediente y que los vegetales estuviesen frescos...
-Estás aprendiendo... -le dio un beso de apenas contacto de labios y se fue a buscar a Elizabeth, para lavarle las manos y sentarla en la silla- Ya veremos si has pasado la prueba...
Valentina sirvió en la tacita de la niña un poco de la anaranjada crema, en su camino hacia el comedor siguió moviendo la vitamínica comida con la cuchara.
-Eli, estoy en tus manos... -dijo Valentina acercándose a la niña y ofreciéndole la cuchara, mientras sonreía ante ese gesto de su hija al levantar la ceja izquierda, derrochando picardía a raudales.
-Mamá, mamá... -balbuceaba con sus once meses, mientras movía sus bracitos con energía.
Aún no se acostumbraba a las emociones que provocaba en su ser cada vez que su pequeña la llamaba "mamá". No importaba cuántas veces al día lo repitiera, Valentina se animaba de la misma manera en que lo hizo cuando lo escuchó por primera vez.
-Come un poco, prueba... -le pedía, mientras suplicaba internamente que a Elizabeth le agradara esa crema que con tanto amor y dedicación le había preparado.
La bebé primero sacó la lengua al tiempo que levantaban ambas cejas, y los ojos azules le brillaban por la luz de la mañana que se colaba por los ventanales.
Juliana estaba atenta a los intentos de Valentina, para que la niña comiera y ver si lograba pasar la prueba de fuego.
Elizabeth abrió la boca y recibió lo que su mamá Val le ofrecía, al probar se saboreó, tragó, y con un movimiento de sus manos pidió más.
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Dulces Mentiras Amargas Verdades (Saga completa) Juliantina g!p adapt.
De TodoLa directora de una prestigiosa firma de abogados y exitosa fiscal del distrito de Manhattan Valentina Carvajal, vive sin restricciones, experimentada, aventurera, apasionada e intensa. No le gustan los compromisos y se verá envuelta en una explosió...