Libro 4: Capitulo 32

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Con la llegada del viernes había pasado una semana y al parecer a Juliana, se la había tragado la tierra, no tenía ninguna noticia de ella y ya Valentina se empezaba a desesperar. Perderse en la mirada que la observaba desde el close up que llevaba tres días adornando su habitación no era suficiente.

Tomar prestado el mural del apartamento de Juliana para invadir su espacio más íntimo con la fotografía gigante, se podía considerar como una actitud arrebatada, pero nada podía luchar contra sus ganas de sentirla cerca.

Juliana la había abandonado cuando más la necesitaba, cuando desesperadamente quería a alguien en su vida. Se acostumbró a ella, a su irresistible presencia y ahora la ausencia la estaba torturando.

Aún sin el consentimiento de Juliana había hablado con el arquitecto y mandó a reanudar las reparaciones en la boutique, porque anhelaba sorprenderla a su regreso.

Todas las noches ella misma al salir de la Torre Carvajal, pasaba por la boutique para cerciorarse que estuviesen realizando a la perfección la labor.

No había sido una semana fácil, le había tocado sortear a decenas de periodistas que la estaban acosando. También había postergado conversar con Santiago acerca de lo sucedido.

Su primo sólo contaba con una versión general de la historia y debía complementar lo reseñado en los diarios y la versión que ella le había contado a su tío, porque estaba segura que Santiago necesitaba saber cómo quedaría ella con relación a Megan.

En los días que habían transcurrido le había rondando en la cabeza la idea de llamar a Megan, por el simple hecho de saber si Montero había tenido las bolas suficientes para afrontar la situación y contarle a su mujer e hija lo que había hecho, pero todo quedaba en mera curiosidad.

Después de un día laboral exhaustivo, por fin llegaba al departamento y entraba al baño mientras se desnudaba con la firme convicción de ducharse para quitarse un poco del cansancio que traía encima además que aprovecharía para convertir a sus manos en su perfecta amante, imaginando que era Juliana y así erradicar un poco esa necesidad que latía desesperadamente en ella, por la diseñadora.

Era realmente patético tener que recurrir a masturbarse con la misma frecuencia como si fuese una incontenible adolescente, pero nada podía hacer cuando necesitaba tanto el cuerpo de Juliana y no sabía cuánto tiempo más iba a soportar esa situación.

Salió del baño con una toalla alrededor de las caderas, con menos peso encima, pero sintiéndose más vacía y frustrada que antes de recurrir a su ocurrente escape.

En ese momento su mirada fue captada por la pantalla de su teléfono que se iluminaba con una llamada entrante. Corrió atacada por la esperanza de que fuese Juliana, pero antes de contestar vio que el número era de la casa de su tío y una vez más esas ganas de escucharle la voz a la mujer que le quitaba el sueño se estrellaban estrepitosamente contra el suelo.

-Tío... -saludó recibiendo la llamada.

-Buenas noches, Valentina... -la voz lacónica de Lucia la saludaba.

-Lucia, ¿pasó algo con mi tío?... -preguntó por instinto.

-No, León está bien. ¿Qué pasó con Juliana?... -cuestionó a quemarropa.

Lucia no quería andarse con rodeos después de que esa tarde hablara con su amiga, enterándose de que no estaba en Nueva York y que por el momento no quería regresar. Lucia estaba completamente segura que la única culpable de la consternación en la voz de Juliana y su firme convicción de cortar relación por un tiempo hasta con ella, tenían nombre y apellido: Valentina Carvajal.

-No sé qué pasó con Juliana. ¿Se ha comunicado contigo? Por favor, Lucia... -suplicó la brasileña dejándose caer sentada al borde de la cama y los latidos del corazón empezaban a retumbarle en el pecho y garganta.

Dulces Mentiras Amargas Verdades (Saga completa) Juliantina g!p adapt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora