Libro 4: Capitulo 41

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El viaje a Brasil se vio suspendido a causa de la ola invernal que azotaba a gran parte del país, registrando temperaturas extremadamente bajas causando la muerte de varias personas, por lo que se había activado la alerta roja en varios estados. No se les permitió tomar vuelo privado, ni comercial que los sacara de Alaska y tuvieron que pasar ocho días en la ciudad Anchorage, rodeadas por fiordos engañosos y de fondo las imponentes montañas nevadas que fueron fiel testigo de la confesión de amor entre ambas, un lugar que no podrían olvidar fácilmente porque habían vivido momentos cargados de sentimientos y donde Valentina pasó su prueba de fuego.

Nueva York no había sido la excepción de la inclemente tormenta invernal que las obligó a suspender varias actividades hasta finales del mes de enero, cuando Valentina debía retomar sus actividades laborales.

Santiago debía arribar a la ciudad ese mismo día ya que él realmente era enemigo de las heladas, siempre había sido de sangre caliente y odiaba el clima extremadamente frío.

Valentina por petición de su primo lo primero que hizo al pisar tierra neoyorkina fue llamar a Megan para comunicarle de su llegada, la chica emocionada ante la extraordinaria noticia de saber que había regresado con Juliana casi le suplicó un encuentro con ambas.

-¿Estás lista?... -preguntó Valentina saliendo del vestidor y su mirada fue captada por Juliana sentada al borde de la cama subiendo el cierre de una de sus botas, que le llegaban debajo de las rodillas, haciéndole lucir las piernas extremadamente atractivas.

-Sí, casi... -contestó poniéndose de pie y agarrando su abrigo negro de cachemir con cuello de visón.

A Valentina secretamente le excitaba y extasiaba ver a su mujer completamente vestida de negro, la hacía lucir elegante y agresiva.

Ahora con su cabello corto en un estilo ligeramente despeinado que la tentaba de manera desmedida, era como enamorarse de una Juliana reinventada, una que ahora le decía "te amo" mirándola a los ojos mientras se perdía en la inmensidad del instante que creaba un orgasmo, y tal vez la diseñadora no era consciente de la frecuencia con que se lo decía, haciendo con eso que los latidos de su corazón ya desbocados aumentaran su velocidad haciéndola sentir la mujer más completa y poderosa de la tierra.

Juliana misma quería negarse que le era fácil amarla, por eso cada vez que tenía la oportunidad en momentos de sensatez se disculpaba por no ser tan expresiva con sus sentimientos, lo que la morena no sabía era que para Valentina había sido suficiente desde el instante en que se lo dijo.

Esa primera vez, en medio de la nada y casi enterradas en nieve, alcanzaría para lo que le restaba de vida.

Valentina sin quitarle la mirada de encima a Juliana, agarró la bufanda que estaba sobre la cama y se la colocaba mientras sus pupilas seguían el movimiento de los dedos de la diseñadora ajustando cada botón del abrigo sin ser consciente de que la tenía totalmente cautivada aun con sus más pueriles movimientos.

Eran unas ganas de Juliana que no mermaban, la consumían casi en su totalidad, algo completamente inexplicable que nunca antes le pasó con ninguna otra mujer, simplemente la diseñadora para Valentina no tenía fecha de caducidad.

-¿Has olvidado cómo colocarte una bufanda?... -preguntó Juliana sonriente al ver que las manos de Valentina vacilaban con la prenda.

-Eso creo... -respondió con una tonta sonrisa mientras negaba con la cabeza- ¿Me ayudas?...

Juliana no dio respuesta, se acercó a Valentina con el alegre gesto en sus labios y agarró la prenda. Le hizo un nudo al frente y los extremos los guardó dentro del abrigo de cachemir gris que llevaba puesto su fiscal y que le llegaba a las rodillas.

Dulces Mentiras Amargas Verdades (Saga completa) Juliantina g!p adapt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora