Libro 3: Capitulo 21

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Aunque Santiago lograba comunicarse con Megan por teléfono, no era suficiente. Quería verla y comprobar que verdaderamente se encontraba bien. Llevaba dos días sin ir a la universidad y ella solo le decía que su padre la tenía castigada. El maldito viejo se creía un dictador.

¿Acaso no era consciente de que su hija ya no era una niña?

Sin poder controlar sus instintos y sus ganas de ver a su novia, se encontraba frente a la puerta principal de la mansión Montero. Sabía que quien le abriría la puerta sería Megan, ya le había comunicado que iría por ella.

No era un adolescente irresponsable para estar escondiéndose o entrando por la ventana de su habitación a media noche, era un hombre y como tal actuaría.

-¡Hola!... -la emoción y cierto nerviosismo vibraban en la voz de Santiago. Su chica se veía hermosa. Megan era sin duda una muñeca con una belleza inigualable. Sin pedirle permiso la abrazó y le dio un beso en la coronilla, viviendo la maravillosa sensación de sentir el rostro de ella refugiarse en su pecho.

-No tenías que venir... -murmuró abrazándolo con todas sus fuerzas. Sin poder abarcarlo por completo, la espalda de su novio se le escapaba a tal posibilidad, sintiendo el cuero frío de la campera negra que llevaba puesta, pero que contrastaba maravillosamente con el calor de su pecho- Es mejor que te vayas, hazlo antes de que mi papá se dé cuenta de que estás aquí...

-Megan he venido a hablar con él, tiene que entender que ya no eres una niña y que queremos estar juntos... -comunicó tomando entre sus manos el rostro de la chica e instándola a que lo mirara a la cara.

-No lo va a entender, no quiere hacerlo, he intentado hablar y no quiere escuchar... -dijo mirando a su novio a los ojos- Por favor... -suplicó en un hilo de voz.

En ese momento Santiago le desvió la mirada, y ella inmediatamente se dio media vuelta para encontrarse con su padre, quien se acercaba a pasos agigantados y antes de que pudiese intervenir, Santiago la haló por la mano y la puso detrás de él, cubriéndola con su cuerpo.

-¿Qué haces aquí? Te largas ahora mismo y dejas a mi hija... -exigió Luis, evidenciando la molestia que le causaba la presencia de Santiago Carvajal.

-Señor Montero, he venido en buenos términos a hablar con usted. Comprendo que esté molesto, porque desde un principio debí tener su autorización... -Trató de explicar con voz pausada, como una persona civilizada, pero Montero lo interrumpió.

-¡Y no la tienes, ni la tendrás!... -vociferó acercándose, aunque no lo suficiente, porque sabía que el joven tenía la mano pesada y prefería dejárselo a los oficiales- Llama a la policía... -ordenó a una de las asistentes al servicio, quien se había presentado en la sala ante los gritos de su jefe.

La mujer asintió casi inmediatamente como autómata y con paso apresurado se dirigió al teléfono.

-Señor, estoy tratando de hacer las cosas de la mejor manera, no estoy irrespetando a su hija... -intentó Santiago una vez más.

-Ya no tienes nada que irrespetar, si ya te la has... -prefirió evitar esbozar eso que tanto le había dolido, saber que su hija había perdido la inocencia a manos de un Carvajal no solo lo enfurecía, sino que también le dolía- Actuaste como el hijo de puta que eres... -desvió la mirada hacia su hija- Megan... -pronunció suavizando la voz- Aléjate de ese hombre y ve a tu habitación...

-Lo siento papá, pero no voy a ningún lado, no hasta que aceptes lo que yo quiero. Quiero estar con Santiago... -dijo tratando de que la coraza de valentía no se le cayera.

-¡Sobre mi cadáver!... -explotó enfurecido. No iba aceptarlo, nunca lo haría y aunque quiso ser paciente con su hija y mostrarse en remanso, las palabras de ella fueron una bomba que hizo estallar sus emociones de manera inmediata.

Dulces Mentiras Amargas Verdades (Saga completa) Juliantina g!p adapt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora