El uptempo de sucesivos sonidos estereofónicos salidos de la nada inundó su habitación, hasta que los breves toques se volvieron una melodía que se repitió una y otra vez en su mente. Santiago gimió bajo y se removió entre las cobijas reacomodando su cabeza sobre la almohada, la voz aguda e invitante de una mujer penetró en su subconsciente y se mezcló con sus sueños, ella le decía una y otra vez que necesitaba de su amor, y él se deslizaba reticente hacia la consciencia.
Un pequeño cuerpo femenino se dibujó en el borde de su deseo de despertar y la necesidad de seguir durmiendo. Era una mujer menuda que se movía con gracia balanceando las caderas, con los brazos apretados alrededor de su estrecha cintura. Lucía abrumada y asustada, y la cadencia de sus movimientos le mostraba una urgencia sensual a la que no podía resistirse. Los sonidos se espesaron y él avanzó hacía la chica, le sonrió buscando sus ojos, pero ella mantenía el rostro oculto entre las sombras, entonces la voz desesperada de la mujer reapareció en su mente como lava ardiente buscando erupcionar, casi gritando que su cuerpo necesitaba un héroe que la salvara, asegurándole que él sabía cómo hacerlo, suplicándole que la rescatara.
Y súbitamente despertó.
Nicki Minaj cantaba con fuerza tirada de las notas de Guetta y su habitación retumbaba con el estruendo electrónico. A tientas buscó en la mesita de noche a su derecha, y su celular y la lámpara de neón cayeron estrepitosamente al suelo. Maldiciendo, se incorporó de medio lado y alcanzó el pequeño control remoto de su reproductor de sonido, presionando con furia el botón de disminuir el volumen. Respiró profundamente, y aún sin salir de la cama, recogió su celular y reacomodó la lámpara.
El móvil le decía que eran las cinco y treinta y siete de la mañana, ¿qué demonios se le había metido en la cabeza para que se auto impusiera semejante tortura? Buscó el interruptor a su lado y encendió las luces, sus ojos se resintieron y se acostó de nuevo pateando las cobijas lejos de su cuerpo, volvió a tomar aire y en un solo impulso se levantó.
Rascándose los ojos avanzó hacia el cuarto de baño, se lavó la cara, se cepilló los dientes y por un minuto consideró afeitarse, pero haciendo una mueca hizo nota mental de que aquello de por sí ya era demasiado. Desnudo, volvió a su cuarto y rebuscó en su closet una sudadera azul índigo de dos piezas, la tiró a la cama, tomó unos slips blancos y una camisilla de malla blanca sin mangas. Cinco minutos después estaba listo y caminando de puntitas hacia la puerta del ascensor, el suave tintineo del elevador al anunciar su llegada le erizó la piel, miró por encima de su hombro asegurándose de no tener la cara agria de Valentina tras su espalda y abandonó el apartamento tan rápido como pudo.
Hizo los estiramientos en la acera cerca de la entrada de su edificio mientras el cielo se azulaba y los rayos de sol se esparcían cálidos sobre su piel, rotó el cuello e inició el trote. Cruzó la avenida y se sumergió en el amigable gigante verde que todos llamaban Central Park. A las seis y ocho minutos se detuvo cerca de la fuente Bethesda y veinte minutos después, Megan no había aparecido.
Un grupo de damas mayores vestidas todas de rosa, se reunieron en una perfecta formación romboidal, y una sensual asiática a la cabeza del grupo, ataviada con suaves telas color caramelo, inició una clase de lo que parecía ser yoga. Divertido, se paró en uno de los extremos del grupo e intentó participar en la clase, las señoras a su lado le sonreían con un juguetón coqueteo, con sus arrugadas mejillas arrebolándose sonrosadas y con risitas nerviosas al disfrutar de las irresistibles sonrisas traviesas de Santiago.
De vez en cuando, la instructora volvía la mirada hacia él, movía la cabeza con desaprobación y se mordía los labios, cayendo como todas las demás en el embrujo de su sonrisa. Poco después de las siete de la mañana, Santiago vio pasar a Megan corriendo con asombrosa velocidad cerca de la fuente, sin pensarlo un segundo, abandonó el grupo dejando atrás las miradas decepcionadas de la instructora y sus alumnas.
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Dulces Mentiras Amargas Verdades (Saga completa) Juliantina g!p adapt.
AcakLa directora de una prestigiosa firma de abogados y exitosa fiscal del distrito de Manhattan Valentina Carvajal, vive sin restricciones, experimentada, aventurera, apasionada e intensa. No le gustan los compromisos y se verá envuelta en una explosió...