Libro 3: Capitulo 26

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Lucia despertaba poco a poco, y el dolor en la nuca la traía a la realidad. No pudo evitar soltar un jadeo y tocarse la zona adolorida, intentado darse un masaje que menguara el entumecimiento.

Mentalmente se alentaba a que la próxima vez que tuviese algún encuentro con León iba a tener a mano cualquier tipo de relajante muscular, porque después de tener sexo y experimentar los orgasmos que el hombre le ayudaba a alcanzar, era seguro el bendito dolor en la nuca. La primera vez pensó que sería alguna mala postura, pero había comprobado que era esa manera de ella al arquearse al momento de sentir que su alma abandonaba el cuerpo.

Elevó el torso y el dolor se intensificó e involuntariamente el ceño se le frunció y un nuevo jadeo se le escapó. Movió de un lado a otro la cabeza, tratando de relajar los músculos, mientras los paneles de cristales le mostraban la ciudad a pleno día.

Volvió la mirada al frente y pudo ver todas sus cosas sobre uno de los sofás, estaba su ropa perfectamente doblaba, los zapatos sobre la alfombra frente al sofá y en la mesa de centro su cartera.

Se encontraba sola en la inmensa habitación y se llenaba de la sensación de infinidad que los cristales que fungían de pared le daban. Salió de la cama y se encaminó hasta donde se encontraba la cartera. Buscó su teléfono celular y apenas tenía batería para una llamada. Revisó y tenía siete llamadas perdidas de Juliana.

No pudo evitar que la angustia la asaltara, aunado a la culpabilidad.

-Mi amiga, en su peor momento y yo pasándola bomba, cogiendo toda la noche... Definitivamente soy la peor amiga ¡soy una maldita!... -se recriminó en voz baja y caminaba de regreso a la cama en la cual se sentó al borde, con la mirada a la Gran Manzana.

Remarcó a Juliana y pedía al cielo que la batería le alcanzara para comunicarse y saber cómo se encontraba. Después de dos intentos le escuchaba la voz y sabía que la había despertado.

-Loca ¿cómo estás?... -preguntó y en su voz vibraba la culpa.

-Bien, estaba dormida... -reveló al otro lado Juliana, tratando de quitarse la pierna de Valentina de encima.

-Siento haberte despertado, seguro no habías dormido en toda la noche, ¿estás con Mauricio?... -preguntó mientras observaba sus rodillas enrojecidas, sabía que se debía a una de las tantas posiciones que había adoptado durante la madrugada.

-No, ya estoy en mi departamento... No te preocupes yo dormí toda la noche. Mauricio me preparó un té y dormí, te estuve llamando ¿dónde estás metida?... ¿Estás bien?... -indagó y en el preciso momento volvía a llenarse de preocupación por Lucia.

-Sí, estoy bien... -se limitó solo a decir eso. No iba a confesarle que había pasado la noche con León, mientras que ella seguramente había estado llorando por la suciedad que el hijo de puta de Montero le había hecho- Valentina fue a buscarte, ¿cómo se portó?...

-Como no me lo esperaba, pero después te cuento sobre eso... -dijo Juliana mientras repasaba con uno de sus dedos índices los labios de Valentina y posándolo en el centro de los labios para que guardara silencio. La ojiazul se acababa de despertar y la morena se perdía gustosa en su mirada.

En ese momento Lucia sintió el peso de León en la cama y cerró los ojos suplicando al cielo que no se le diese por hablar; no obstante, no pudo contener el suspiro que revoloteó en su pecho y terminó escapándose cuando él empezó a besarle los hombros y una de las manos se deslizaba por su abdomen hacia el sur de su cuerpo.

«¡Dios! ¿Con qué se alimenta este hombre?», se preguntó en pensamientos y no podía mantener las piernas cerradas, cuando León se destacaba con los dedos.

Dulces Mentiras Amargas Verdades (Saga completa) Juliantina g!p adapt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora