Capítulo 1

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Había crecido en el lugar más bello de todo el reino. Un palacio de primavera que pertenecía a mi familia desde hacía siglos como regalo del rey a uno de mis más heroicos antepasados.

En verano hacía que me llevasen hamacas y frutas frescas a un claro cerca del río que cruzaba nuestras tierras. Contaba historias junto a mis criadas durante las tardes más calurosas de verano con nuestros pies en el agua fresca que bajaba desde las montañas y comíamos frutas hasta llenarnos. Cuando las sombras se extendían y sabíamos que el atardecer estaba cerca cogíamos flores y hierbas del campo que rodeaba el palacio.

Yo las colocaba en la mesa del gran salón en el que más tarde cenaba junto a mi padre y hermanos. Ellos contaban historias sobre sus viajes a la capital del reino y sus entrenamientos a caballo junto con los demás caballeros. Me traían regalos como plumas, telas bellísimas, dulces exóticos e incluso perfumes hechos con aceites que olían a aquellas tierras lejanas.
Cuando se cerraba la noche nos sentábamos alrededor de la chimenea y mis hermanos tocaban instrumentos y cantaban leyendas de caballeros. Tomaban mis manos pequeñas y bailábamos. Me sentaba a los pies del gran trono de mi padre y él colocaba las flores que yo había cogido en mi pelo trenzado.

Mi madre murió tres años después de mi nacimiento pero ninguno de mis tres hermanos,  ni siquiera mi padre habían mostrado la tristeza de su ausencia frente a mí. Ellos habían sido parte de mi madre desde el día en el que la perdimos.Dorian me enseñó a montar a caballo con seis años y a los quince me regaló una hermosa yegua por mi primer cumpleaños como mujer.
Alister siempre me había escuchado mucho más que padre y ellos. Fue mi hombro para llorar y aquel que me enseñó a escaparme del palacio para ver las luciérnagas y hablar sobre nuestra madre en el bosque.
Mikail había sido el más severo conmigo, recordándome que yo debía ser una dama digna de entrar en cualquier corte. Me enseñó a escribir y a recitar. A bailar propiamente y a tocar cualquier instrumento sin olvidar mi instrucción sobre materias de todos los reinos que conocíamos.

- La noche ya ha caído y nuestra señora de la casa debería retirarse a su alcoba para terminar sus rezos.- Mikail robó mis manos alejándome de Alister.

- Tantas ganas de que seamos infelices, deja que se divierta.- Alister soltó la guitarra e imitó su voz con un toque de burla mientras tiraba de mis hombros, colocándome contra su pecho.

- Tu hermano no se equivoca, acompaña a tu hermana esta noche. Que escriba un resumen sobre su día, me gustaría revisar su caligrafía.- padre siempre apoyaba a Mikail.

Hizo un gesto para que nos retirásemos mientras bebía de su copa de vino y miraba los ventanales que mostraban el campo nocturno.

Hicimos nuestras respectivas reverencias y Alister me arrastró hacia el pasillo con una sonrisa de satisfacción. Ganar a Michail era su pasatiempo favorito. A veces sentía que era una mascota por la que discutían.
Los criados ya habían encendido los candelabros de los techos y las paredes por lo que estos iluminaban decenas de hermosas escenas de batallas reflejadas en los tapices. Paramos antes de subir las escaleras para observar el retrato de madre. Aldana del Norte. Era un hombre precioso para una mujer preciosa.

Aunque mis hermanos insistían en mirar su retrato constantemente yo evitaba su rostro. Me producía rechazo que me mirase con esos ojos azules y no poder verme reflejada en ella.
Mi hermano tiró de mí hasta que llegamos a mi alcoba y estuve sentada leyendo la biblia. O al menos fingiendo que lo hacía.

- Puedes terminar por hoy, Liara. Le diré a padre que perdí el pergamino con tu caligrafía.- Alister sostenía su cabeza con las manos, sus ojos entrecerrados expresaban un cansancio acumulado.
No mostraba esa energía con la que actuaba como mi cómplice cada día. Como cuando robaba dulces para mí o me compraba regalos sin la aprobación de padre.

Danza de LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora