Al principio solo pude distinguir la silueta de un hombre, alta y oscura rodeada por la niebla, como si ésta fuese parte de su esencia.
Pude sentir como mi respiración se paralizaba. Aunque ya conocía la familiar sensación del terror, no sabía si este podía ser uno de los embrujos del bosque.
Mantuvo su posición inmóvil, apenas podía verlo entre la niebla y la oscuridad.
-Mi nombre es Liara.- grité con la boca seca, insegura y asustada.- Soy la Señora de Adan Myurr, seas quien seas quiero advertirte de que el Señor está cerca y es un caballero, por lo que si me escucha gritar vendrá en mi auxilio.
Intenté sonar lo más segura posible, sin embargo era obvio que estaba sola ante cualquier peligro.
Tomando el puñal con fuerza, me coloqué de espaldas a la pared, intentando levantarme lo mejor posible, aunque no era capaz de casi mover el brazo derecho con el que sujetaba el puñal.
La figura caminó lentamente hacia delante para revelarse ante mí, iluminado por la luz rojiza que emanaba desde mi capa. El cuervo granzó y aleteó, colocándose entre nosotros para impedir su paso.
El grabado estaba en lo cierto.
Era un hombre. Pero no solo un hombre, podía sentir como todos mis instintos saltaban alarmados. Era alto, su pelo negro caía en cortos mechones sobre su frente, el resto de su cabeza tapada por una larga capa de lo que parecía ser piel. Unas cejas oscuras enmarcaban con seriedad un par de ojos que bajo la luz rojiza parecían brillar con un color dorado. No podía ver todo su rostro, pero su imponente mandíbula estaba completamente tensa, delatada por la expresión que formaba arrugando la frente mientras me miraba.
-Iluminas el camino.- dijo con voz grave y tranquila, rozando el silencio con sus palabras.
Escuchar su voz era como beber una copa de vino, dulce y áspera al mismo tiempo. El cuervo detuvo su lucha, deteniéndose aún frente a mí para observarlo mirando hacia arriba. Era imponentemente alto, sin embargo el cuervo a sus pies no parecía temerlo.
-¿Cómo?- alcé mi voz alterada, mucho más aguda que la suya, no sabía de lo que era capaz.
-Iluminas el camino de las bestias que moran en estos bosques, ¿es hiedra gris lo que hay en tus bolsillos?- el hombre estiró un brazo hacia mí.
Me fijé en su gran mano, sus dedos y palmas marcados por pequeñas cicatrices oscuras que se perdían en el interior de las mangas de su camisa, abrochada hasta su antebrazo.
-Sí, la necesito para salvar la vida de mi amiga.- dije cautelosa, aún incapaz de moverme.
-Estás sola. No hay un solo hombre en estos bosques excepto yo, y tu marido ha permitido que te aventures en la noche para hacer algo que ningún sirviente se atrevería a hacer.- habló con veneno acercándose rápidamente a mí.
El cuervo desapareció en la oscuridad aleteando enloquecido. Cobarde.
El hombre se cernió sobre mí colocando las manos a ambos lados de mi cabeza, capturandome entre la pared y su cuerpo.
-Suelta el puñal.- susurró en mi oído con voz ronca.
Olía como el chocolate dulce que mi hermano compraba en sus viajes al sur, a madera quemada y a hombre. No, no sabía cómo explicarlo. Era un olor absolutamente embriagador. Totalmente prohibido para mí. Algo que hacía que quisiera cosas que no era capaz de imaginar.
Obedecí asustada dejándolo caer al suelo para chocar contra la maleza, abandonando mi campo de visión. Éramos únicamente él y yo.
Su mirada chocó con la mía, observaba mis ojos como si quisiera que confesara todos mis pecados. Respiraba profundamente, inhalando con fuerza como si él también hubiese captado mi olor.
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Danza de Lobos
RomanceCuando comienza la guerra, Liara es enviada por su padre a refugiarse en un castillo en el Bosque Maldito. A punto de morir, ella es encontrada por la bestia. • Todos los derechos de esta obra me pertenecen, está registrada y no permito ninguna adap...