Capítulo 18

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Os recomiendo leerlo en privado y de noche amores ❤️🙈

-Es difícil de explicar.- había comenzado mi relato hace ya una hora, y aunque Jana sabía que debía marcharse, no podía parar de preguntarme.

Jana había limpiado durante toda la hora, disfrutando de mi relato y haciendo comentarios. Incluso cuando le hablé sobre él, ni siquiera me juzgó.

-En el pueblo sabemos que los habitantes del bosque caminan entre nosotros.-asentí intrigada.- Algunas chicas se quedan en cinta después de pasar una noche desaparecidas en el bosque, otras no vuelven, a veces las viudas dan a luz o los maridos traen bebés de amantes desconocidas, bueno…Y cuando los bebés nacen, algunos tienen ciertas características o saben hacer cosas que asustan a los demás niños. 

-¿Como cuáles? 

-Unos ojos brillantes como el bosque, unos pocos nacen con mucho pelo y dicen que algunos pueden hacer brujería. Nunca he querido preguntar, es mejor no remover las aguas.- se encogió de hombros mientras guardaba los trapos sucios. 

Los cristales estaban perfectos y relucientes, podía ver que pronto anochecería.

-Márchate, paga al médico y pregunta por él, si vive en el pueblo…Es imprudente, pero me gustaría conocerlo.- me referí al extraño que había salvado mi vida. 

-No lo dudes, preguntaré a los chicos, son pocos, aquí la mayoría somos primos.- sonrió incómoda mientras sujetaba el pomo de hierro para salir.- Tan solo…Si vuelves a verlo no te acerques demasiado, podría ser uno de los habitantes del bosque. 

-Seré precavida, lo prometo. Ahora ve.- me despedí de ella agitando la mano y mostrándole una sonrisa que me devolvió aliviada.

La soledad en aquel lugar llegaría a ser asfixiante algún día. Miré hacia el bosque desde mi silla, el sol había comenzado a descender dando paso a la oscuridad, que amenazaba con apoderarse del bosque, absorbiendo pocos los rayos dorados del sol que aún iluminaban la habitación. Las sombras bailaban en la pared, agitándose. 

Me removí inquieta, notando como nacía una sensación de amargura en mi pecho. Coloqué una palma sobre mi corazón, notando mis latidos acelerados. Aunque sabía que no corría ningún peligro, no podía evitar aquella terrible sensación. 

Me levanté, inquieta, recorriendo la habitación en círculos, aunque aquello solo logró aumentar mis nervios. Volví a mirar hacia el bosque, fijándome entonces en el balcón. Seguramente me ayudaría a tomar el aire un rato. 

Me dirigí a la esquina de la habitación para tirar de la palanca poniendo funcionar el mecanismo para abrir la puerta secreta del ventanal. Entró una ola de aire cálido en aquel momento, qué extraño. Aunque aún faltaban semanas para que el verano diese paso al otoño, en aquel lugar el aire era frío y gélido. Sin embargo, aquella noche me invitaba a aventurarme al exterior. 

Tomé una alfombra de piel que había traído para decorar mi habitación, aunque parecía pesada, era increíblemente suave y ligera. La tomé entre mis brazos arrastrándola sobre el escalón sin mucho esfuerzo para extenderla en el centro del balcón, aunque la piedra del suelo había quedado expuesta a los lados, parecía mucho más presentable. Cogí algunas de las velas que Jana había traído el día anterior, eran gruesas y la cera de color naranja pálido. Coloqué varias de ellas en las esquinas del balcón, asegurándome de juntar algunas para iluminar mejor. 

Jana había sido muy considerada, pues en la cesta que me había traído, se encontraban escondidas incluso más velas. Parecía que las había robado de algún rincón del castillo, pues estaban envueltas en pañuelos desgastados. 

Danza de LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora