II

432 16 0
                                    

Louis se había convertido en un experto en el arte de la discreción. En más de una ocasión, se pasaba por la oficina de Harry Styles con excusas triviales, solo para verlo trabajar. Era una adicción que no podía controlar, una necesidad de observar al hombre que había capturado su atención de una manera que nadie más había logrado.

La oficina de Harry estaba en la zona oeste del edificio, siempre iluminada por una luz cálida que resaltaba cada detalle de su presencia imponente. Louis encontraba cualquier pretexto para acercarse: entregar documentos, pedir una firma, hacer preguntas irrelevantes sobre el personal. Todo para tener una excusa para estar cerca de él.

Desde la puerta, Louis observaba cómo Harry trabajaba con una concentración intensa, sus ojos verdes fijos en la pantalla de su computadora o en los documentos sobre su escritorio. A menudo, Harry se pasaba la lengua por los labios de una manera que a Louis le parecía exasperantemente sensual. Cada vez que lo veía hacerlo, un escalofrío recorría su cuerpo, dejándolo con una sensación de deseo insatisfecho.

Harry no era un simple gerente de recursos humanos; era un dios en su dominio, controlando cada aspecto de su entorno con una confianza que dejaba a Louis sin aliento. Incluso cuando Harry no estaba consciente de su presencia, Louis sentía que cada movimiento del gerente era una demostración de poder, una exhibición de la autoridad que ejercía sin esfuerzo.

Hubo días en los que Louis permanecía más tiempo del necesario en la oficina de Harry, solo para prolongar el placer de observarlo. Se deleitaba en cada gesto, en la forma en que Harry ajustaba sus lentes, en cómo sus dedos largos y elegantes se deslizaban sobre el teclado. Todo en Harry era una fuente de fascinación para Louis.

Pero ahora, todo era diferente. Todo era raro. Desde aquel día en que Harry había descubierto su secreto y lo había sometido a su voluntad, algo había cambiado. Louis había dejado de usar sus bolas chinas y su anillo. La excitación y el placer que antes buscaba con desesperación ya no lo llenaban de la misma manera. Todo parecía vacío sin la presencia dominante de Harry.

Harry, por su parte, había estado ausente. No se había mostrado tanto por la oficina, sus apariciones se habían vuelto esporádicas y distantes. Louis se encontraba perdido, vagando por los pasillos con una sensación de anhelo insatisfecho. Necesitaba más. Deseaba más. La breve pero intensa interacción con Harry había despertado en él una necesidad que no podía apagar por sí mismo.

Cada día, Louis esperaba que Harry apareciera, que lo llamara a su oficina, que le ordenara someterse nuevamente a su voluntad. Pero esa llamada nunca llegaba. El silencio y la ausencia de Harry eran una tortura que se prolongaba más allá de lo soportable.

Así que allí estaba, parado a un costado de la oficina como un florero, era jueves, lo que significaba junta general. El ambiente en la sala de conferencias estaba cargado de formalidad y tensión, mientras los abogados discutían diversos puntos importantes. Las paredes de vidrio dejaban pasar la luz del atardecer, iluminando la mesa larga donde todos estaban reunidos.

-Louis, ¿podrías acercarme los contratos que el señor Styles debe firmar? -cuestionó Daniel, su voz resonando en el aire cargado de expectativas.

Daniel era el jefe del comité de abogados, un hombre de unos sesenta y tantos años, con una presencia imponente que había sido forjada a lo largo de décadas en el mundo del derecho. Su cabello gris y su porte erguido lo hacían parecer un patriarca, siempre al mando.

-En seguida, señor -respondió Louis, con una inclinación respetuosa de la cabeza.

No era difícil buscar los contratos y dirigirse nuevamente a la mesa, pero la mirada verde de Harry se posó en su cuerpo desde el otro extremo de la sala. Louis podía sentir esa mirada, pesada y penetrante, recorriendo su espalda, su trasero y sus piernas. Era como si Harry estuviera evaluando cada centímetro de su ser, y la sensación lo desarmaba completamente.

Joder, se está poniendo duro.

Louis se dio la vuelta ya con los contratos en la mano, caminando sin mirar al rizado. Cada paso que daba sentía la intensidad de la mirada de Harry, que parecía perforar su piel y llegar directamente a su alma. El pasillo hacia la mesa de conferencias nunca había parecido tan largo, ni tan lleno de peligros invisibles.

Sus manos temblaban ligeramente mientras entregaba los documentos a Daniel. El jefe del comité tomó los contratos sin notar el temblor en las manos de Louis, pero Louis sabía que Harry sí lo había notado. Podía sentir la electricidad en el aire, una tensión que solo él y Harry parecían percibir.

-Gracias, Louis -dijo Daniel, sin levantar la vista de los papeles-. Puedes retirarte ahora.

Louis asintió y comenzó a retroceder, sintiendo cómo el calor en su cuerpo aumentaba con cada segundo que pasaba bajo la mirada de Harry. Cuando llegó a la puerta, se volvió un momento, sus ojos encontrándose brevemente con los de Harry. La intensidad de esa mirada casi lo hizo detenerse, pero se obligó a seguir caminando hasta salir de la sala.

Al cerrar la puerta detrás de él, Louis se apoyó contra la pared del pasillo, intentando calmar su respiración acelerada. La sensación de dureza en su entrepierna era una tortura, y sabía que no podría concentrarse en nada más hasta que tuviera una oportunidad de aliviar la presión. Pero más allá del deseo físico, estaba el anhelo profundo de volver a sentir la autoridad y el poder de Harry sobre él.

Mientras intentaba recuperar la compostura, una voz suave y familiar lo sacó de sus pensamientos.

-Louis -dijo Harry, que había salido de la sala sin que él lo notara-. Necesito hablar contigo en mi oficina, ahora.

Louis asintió, sintiendo que su corazón latía con fuerza renovada. Esto era lo que había estado esperando, lo que necesitaba. Sin decir una palabra, siguió a Harry por el pasillo, su mente ya anticipando lo que estaba por venir.




1008 Palabras.

Obsesión SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora