XXXIV

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Ya estaban en tierra italiana y no podía ser más hermoso. La cálida brisa mediterránea acariciaba sus rostros mientras avanzaban por las pintorescas calles de la Toscana. Harry había alquilado un auto descapotable, un reluciente coche rojo que parecía sacado de una postal. Conducía con una mano en el volante, la otra reposando casualmente sobre el cambio de marchas, mientras sus rizos se movían con el viento.

El paisaje que los rodeaba era un verdadero festín para los ojos. Colinas ondulantes cubiertas de viñedos y olivares se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Pequeños pueblos de piedra con tejados de terracota se asentaban en las cimas de las colinas, como guardianes silenciosos de la historia y la cultura de la región. Campos de girasoles y lavanda añadían pinceladas de amarillo y púrpura al lienzo de la campiña toscana, creando una escena de ensueño.

Louis, sentado en el asiento del copiloto, no podía evitar sentirse como si estuviera en una de esas comedias románticas increíblemente cursis que solía ver. La realidad era tan perfecta que casi parecía una fantasía. Matt, dormía plácidamente en la parte trasera del auto, acunado por el suave movimiento del coche.

El hechizo se rompió abruptamente cuando el teléfono de Louis comenzó a sonar. Con un suspiro, miró la pantalla y vio el nombre de su hermana, Lottie. Gruñó, no quería volver a tener la misma conversación.

Harry le dirigió una mirada interrogativa al ver que no contestaba.

—Es mi hermana— informó Louis, con un suspiro.

—¿No la atenderás?— cuestionó Harry, preocupado.

—No me apetece volver a tener la misma conversación... aunque sé que se disculpará— murmuró Louis, pasando una mano nerviosa por su cabello mientras observaba cómo los campos de olivos desfilaban a su lado.

El teléfono volvió a sonar, su vibración llenando el espacio del coche con una insistencia que no podía ser ignorada.

—Tal vez debas contestarle— sugirió Harry, su voz suave pero firme, mientras mantenía una mano en el volante y la otra acariciaba suavemente la de Louis.

Louis asintió, sabiendo que Harry tenía razón. —Sí, tal vez debería. Lottie no dejará de llamar hasta que atienda.

Con un suspiro resignado, Louis deslizó el dedo por la pantalla y contestó la llamada. —Hola, Lottie.

—Louis, lo siento tanto por lo de antes— comenzó Lottie inmediatamente, su voz llena de arrepentimiento. —Mamá estaba siendo... bueno, ya sabes cómo es. No debería haberte hablado así, y lo siento si te hizo sentir mal. Fui muy ilusa al creer que mamá se podría feliz por la noticia.—

Louis cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras de su hermana se filtraran. Mientras hablaba, el paisaje seguía desplegándose a su alrededor, como un cuadro viviente. Las cipreses se alineaban en las carreteras, altas y elegantes, guiándolos hacia su destino. Los colores del atardecer comenzaban a pintar el cielo de tonos naranjas y rosados, reflejándose en los viñedos y añadiendo una capa de magia a la escena.

—Lo sé, Lottie. Y aprecio que te disculpes. Pero ya es hora de que todos entiendan que estoy viviendo mi vida como quiero. —

—Lo sé, y estoy feliz por ti, de verdad. Solo... mamá está preocupada. Quiere que seas feliz, aunque no siempre lo demuestra de la mejor manera— explicó Lottie, su voz sonando genuinamente preocupada.

—Lo sé— suspiró Louis. —Pero necesito que todos respeten mis decisiones. Estoy tratando de ser feliz, y este viaje es una parte importante de eso. Necesito que lo entiendan y lo acepten.

—Lo haremos, Louis. Lo prometo— respondió Lottie, con un tono de determinación en su voz.

—Gracias, Lottie. Eso significa mucho para mí—dijo Louis, sintiendo una pequeña ola de alivio.

Obsesión SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora