XLI

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Ya estaban de nuevo en Londres, lo que significaba volver a la rutina. Volver a la oficina, al papeleo, a las llamadas, los correos electrónicos y las millones de cosas que conllevan el trabajo.

Pero estaba bien, a Louis le gustaba volver al trabajo, le hacía sentir útil y enfocado. Sin embargo, no podía negar que, después de unas semanas en Italia, todo parecía diferente.

Por primera vez en semanas, durmió solo en su cama, en su casa, y todo parecía bastante extraño. Extrañaba el calor de Harry a su lado, la dulce risa de Matt al despertar, y la sensación de estar en una burbuja de amor y felicidad.

Louis se acomodó en su cama, mirando el techo, dejando que sus pensamientos vagaran. Hasta que cayó completamente dormido

A la mañana siguiente, el sonido del despertador lo sacó de un sueño profundo. A paso pesado, se dirigió al baño para hacer sus necesidades, luego se enfundó en su traje, se hizo un café para llevar y se dirigió a la oficina.

Tenía sueño, claro que sí, era difícil volver a levantarse temprano después de varios días despertándose tarde. A medida que el café comenzaba a hacer efecto, sus pensamientos vagaban de nuevo hacia Harry. La rutina de Londres se sentía mundana en comparación con la calidez y la alegría que había experimentado en Italia.

El tráfico matutino y el bullicio de la ciudad lo rodearon, pero Louis se dejó llevar por la inercia, manejando el día con la eficiencia de la costumbre.

—Buen día—murmuró Louis hacia Morgan, una de las asistentes que repartía cafés por toda la empresa—. Muchas gracias—añadió, tomando el café entre sus manos antes de meterse en el ascensor y darle un largo sorbo.

Pasaron dos pisos y el ascensor se abrió. Louis quiso agradecerle a Dios porque Harry estaba allí, frente a él, tan hermoso como siempre.

El rizado sonrió y dio un paso en el ascensor, tomando la cintura de Louis y besándolo.

—Buen día, conejito—murmuró Harry, separándose ligeramente de los labios del castaño.

—Te extrañé—susurró Louis, acercándose nuevamente a los labios del mayor.

Harry arqueó una ceja, una sonrisa juguetona asomándose en sus labios. —¿Tan rápido?—preguntó, su voz cargada de un tono ligeramente burlón, mientras sus dedos trazaban pequeños círculos en la cintura de Louis.

Louis se rió suavemente, su corazón acelerándose por la cercanía de Harry. —Deja de ser tan narcisista y besa a tu novio—replicó con una sonrisa.

Harry no necesitó más invitación. Sus labios se encontraron de nuevo, profundizando el beso. Louis sintió que todas las preocupaciones y el cansancio de la mañana se desvanecían con ese simple acto. Era como si el mundo se detuviera cada vez que estaban juntos.

—Yo también te extrañé—murmuró Harry sobre los labios de Louis, apretándolo más cerca—. Te quiero tanto, amor.

Louis sonrió contra sus labios, sintiendo una ola de calidez inundar su pecho.

—Bésame—susurró, cerrando los ojos y dejándose llevar por la intensidad del momento.

Harry no dudó. Sus labios se encontraron una vez más, esta vez con una mezcla de pasión y ternura que hacía que el tiempo pareciera detenerse por completo.

El ascensor continuó su ascenso, pero para ellos, en ese momento, no importaba a qué piso iban. Solo importaban ellos dos, juntos, en su pequeño mundo.

Las puertas se abrieron y un carraspeo los hizo separarse de inmediato. Allí estaba Daniel, su jefe, parado frente a ellos con los brazos cruzados en su pecho y una expresión de desaprobación en su rostro.

—Los quiero en mi oficina, ahora—murmuró Daniel, dándose la vuelta y caminando hacia su despacho sin esperar respuesta.

Louis y Harry se miraron, la alegría del momento anterior desvaneciéndose rápidamente. Louis suspiró y apretó ligeramente la mano de Harry antes de seguir a su jefe.

—Parece que estamos en problemas—murmuró Harry, tratando de mantener un tono ligero a pesar de la situación.

Louis asintió, pero no dijo nada, su rostro ahora serio mientras caminaban por el pasillo hacia la oficina de Daniel. Una vez dentro, cerraron la puerta detrás de ellos y se sentaron frente al escritorio de su jefe, preparados para lo que viniera.

—No quiero saberlo—murmuró Daniel, pasando su mano por su pelo—. No me interesa.

—Daniel...—murmuró Harry, intentando calmar la situación.

—¿Por eso querías las vacaciones para Louis y las tuyas? ¿Eh?—resopló Daniel, su voz cargada de frustración—. Se supone que somos amigos.

—No es así...

—¡Joder, le debo 100 a Miller!—gruñó Daniel, cruzando los brazos con una expresión de disgusto.

—¿Qué?—preguntaron Harry y Louis al unísono, claramente confundidos.

—Sí, él apostó que ustedes dos estaban juntos y yo, como un idiota, dije que no era posible. ¡Y ahora resulta que tenía razón!—dijo Daniel, dejando escapar un suspiro exasperado.

Harry y Louis se miraron, una mezcla de alivio y desconcierto en sus rostros.

—Entonces... ¿no estás enojado?—preguntó Louis, rompiendo el silencio.

—No, no estoy enojado—respondió Daniel, dejándose caer en su silla—. Solo que ahora me toca pagarle a Miller. Pero, por favor, mantengan el profesionalismo en la oficina. ¿Está claro?

—Sí, claro—respondieron ambos, aliviados.

—Bien. Ahora, vuelvan al trabajo y traten de no causar más apuestas—dijo Daniel con una sonrisa, haciendo un gesto con la mano para que se retiraran.

Mientras salían de la oficina, Harry se inclinó hacia Louis y susurró:

—Eso fue... inesperado.

—Definitivamente—respondió Louis, apretando ligeramente la mano de Harry antes de soltársela y dirigirse a su escritorio, ambos sintiéndose un poco más ligeros después de la tensa conversación.

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Obsesión SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora