XXV

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-Te pondré la mordaza -dice Harry, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y cuidado-. Dime si estás bien con eso.-

-S-sí, por favor -responde Louis, su voz temblando de anticipación.

Harry asiente y se levanta de la silla, sosteniendo a Louis en sus brazos mientras camina hacia el sofá. Con cuidado, lo deja allí, asegurándose de que esté cómodo.

-Ya vuelvo, no te toques, conejito -ordena suavemente, dejando un último beso en la frente de Louis antes de dirigirse al dormitorio en busca de la mordaza.

Louis observa a Harry alejarse, su cuerpo vibrando de expectativa. Se recuesta en el sofá, su respiración acelerada mientras espera. La tensión y el deseo se acumulan en su interior, cada segundo sintiéndose eterno.

Harry regresa pronto, la mordaza rosa en mano. Su mirada se encuentra con la de Louis, y ve el anhelo en sus ojos. Se arrodilla junto a él en el sofá, acariciando su mejilla con ternura antes de levantar la mordaza.

-Abre la boca, conejito -murmura Harry suavemente.

Louis obedece, abriendo la boca con anticipación. Harry coloca la bola de la mordaza en su lugar, sus dedos rozando los labios de Louis mientras la ajusta. Con movimientos precisos, asegura las correas alrededor de la cabeza de Louis, ajustándolas para que la mordaza quede bien sujeta pero no incómoda.

-¿Está bien? -pregunta Harry, sus ojos buscando cualquier signo de incomodidad en el rostro de Louis.

Louis asiente, sus ojos brillando con una mezcla de sumisión y deseo. La mordaza rosa contrasta con su piel, acentuando su vulnerabilidad y aumentando la tensión entre ellos.

Harry sonríe, satisfecho con la respuesta de Louis. -Muy bien, conejito. Ahora, recuerda, no te toques -dice, volviendo a acariciar la mejilla de Louis antes de ponerse de pie.

Antes de continuar, Harry se acerca a la pequeña cuna situada a unos metros de ellos, donde Matt duerme plácidamente. Observa al bebé por un momento, asegurándose de que está profundamente dormido. La tranquilidad en el rostro de Matt le da a Harry la confianza de que pueden continuar sin interrupciones.

Volviendo al sofá, Harry se arrodilla de nuevo junto a Louis, sus manos bajando lentamente por el cuerpo de Louis hasta llegar al plug. Con movimientos lentos y deliberados, comienza a jugar con él nuevamente, aumentando la presión y el ritmo.

Los gemidos apagados de Louis llenan la habitación, cada sonido transmitiendo el placer que siente. Harry se inclina y susurra en su oído -Eres tan hermoso así, conejito. Te ves increíble con esa mordaza.

Louis se retuerce ligeramente, el deseo y la sumisión mezclándose en su interior mientras se entrega por completo a las manos y la voluntad de Harry.

-Tan apretado -tararea el rizado, tirando ligeramente del plug-. Tan exquisito.

Louis gime a través de la mordaza, sus ojos cerrándose mientras se retuerce en el sofá. Harry observa cada reacción, cada espasmo de placer recorriendo el cuerpo de Louis. Con una mano firme en la cadera de Louis, Harry retira el plug lentamente, solo para volver a insertarlo con un movimiento suave pero decidido.

-Te ves increíble, conejito -murmura Harry, su voz ronca de deseo. Sus dedos juguetean con el plug, variando el ritmo y la presión, disfrutando de cada sonido que escapa de la garganta de Louis.

Matt, dormido en la cuna a unos metros de distancia, permanece ajeno a la intensa escena que se desarrolla en la sala. Harry lanza una mirada rápida hacia él, asegurándose de que sigue durmiendo profundamente antes de concentrarse de nuevo en Louis.

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