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TODOS SE PREPARARON PARA SU SALIDA A AURADON. Tenebra tomó un pequeño bolso con sus pertenencias y se dirigió a la sala, en la cual se encontraba su padre.
-Adiós, padre.- Dijo mientras habría la puerta de su hogar.
-Nuestro futuro está en tus manos. No me decepciones.- Dijo desde su trono. Tras escuchar las palabras Tenebra salió y cerró la puerta.
No muy lejos logró divisar a madre Gothel, la cual acompañaba an Archie al lugar en el que nos recogerían.
-¡Cariño!, Llevo tanto tiempo sin verte.- Dijo la mayor acercándose a ella. -Wow... tu padre nunca cambia, no saldrá de ese castillo, ni siquiera hoy.- Dijo mientras observaba su hogar con desprecio. -Acompáñanos querida, nosotros te llevaremos.- Dijo con una sonrisa auténtica, lo cual era extraño en ella. Era una mujer encantadora, que sabía cómo manipular a las personas, pero con la joven, Tenebra, siempre se mantuvo más cercana, al crecer tan cerca de su hijo, y vivir no muy lejos el uno del otro, ya que vivían en una antigua torre un poco más abajo de la colina.
Los tres emprendieron su camino, y una vez llegaron, se encontraron con una lujosa limusina, la cual los llevaría a su nueva vida en Auradon. Los hijos de los villanos que irían se estaban despidiendo de sus padres, a excepción de Mal, la cual solo vio a su madre desde el balcón de su hogar.
No muy lejos, ambos pudieron divisar a Maddie y Kai, los cuales estaban en las escaleras de una de las construcciones. Archie y Tenebra, desde la distancia, levantaron las manos en un saludo silencioso, moviéndolas de un lado a otro en un gesto de despedida. Sus miradas se encontraron por un momento, compartiendo una última conexión antes de seguir caminos separados.
-No se olviden de nosotros.- Dijo el asiático antes de darse la vuelta junto con Maddie, dejando el lugar.
-Muy bien, niños. Ya es tiempo. Cuídate mucho querida, confiamos en ti.- Dijo dirigiéndose a Tenebra. - Y Archie.- Dijo llamando su atención.
-¿Si, madre?
-Cuando salgamos de aquí, recuerda recibirme con una de esas flores mágicas. Ya sabes, para las arrugas.- Dijo dando unas palmaditas en su hombro.
-Adiós, mamá.- Dijo el rodando los ojos.
-Adiós, querido.
Ambos se adentraron al vehículo, sentándose un poco más apartados de los demás, ya que pese a conocerse, no compartían mucha confianza.
Carlos se quedó contemplativo ante la presencia de Tenebra, embobado. Trataba de buscar una forma de romper el hielo entre ambos grupos, por lo que decidió hablar.
-Y... Tenebra, ¿Qué tal has estado?- Preguntó inocentemente, haciendo que todos sus amigos voltearan a verlo con cara de disgusto. -¿Qué?
-Bien.- Se limitó a responder la contraria, tomando uno de los chocolates que estaban en la mesa de la limusina. Dejando en evidencia una expresión de deleite por su exquisito sabor, totalmente desconocido para la chica.
