Cap. 80: Nuestros más simples deseos

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Tegan frunció el entrecejo y por un momento no dijo nada, analizando las palabras que le decía Salesia, no eran muy agradables, pero al menos Katsumi estaba viva y evolucionaba bien dentro de su estado crítico

-Entonces – susurró Tegan - ¿Cuál es la tercera?

-Según como lo quieras tomar, a lo mejor Katsumi no podrá caminar adecuadamente, quizás sus alas se regeneren en unos cien años y con eso ella pueda volver a volar e inclusive caminar de nuevo… pese a todo eso, de la cintura hacia abajo, excepto las piernas, todo le funciona perfectamente

-¿No ha perdido sensibilidad?

-Nop…- le respondió Salesia alzando las cejas de modo coqueto

-Eso será bueno para ella…

-Y para ti también, lo que nos lleva a otro punto… Que no puedes seguir en el colegio con ella, si la rescataste sabías que te tendrías que hacer cargo, aquí no podría estar tranquila, tendrás que vivir con los demás… bueno, juntos pero no revueltos

-¿Y yo como quedo?

-Lo único malo es que ya no podrás morder cuellos… se te retribuirá la sangre que bebas, pero ya no se te podrá proporcionar humanos directamente

-No importa, siempre y cuando me siga alimentando… Eh… ¿Cuánto tiempo estará aquí ella?

-No lo sabemos, de mientras incorpórate con tu clan y cuando ella esté fuerte, entonces se trasladarán…

-Si bueno, ahora me quedaré con ella…

El vampiro se fue al pie de la cama del hada, Katsumi estaba recostada, respirando pausadamente, el sostuvo su mano y la acarició, tan pequeña, tan tibia, tan menuda… aún seguía pálida, pero eso se le quitaría con el tiempo, lo importante era que su corazón aún latía, que a él le gustaba ese latido, que era música para sus oídos porque eso significaba que estaba más viva que nunca

Claro que a esas alturas todos los alumnos en Saint City sabían de la noticia, que Tegan había encontrado a Katsumi, así que la noticia se regó como pólvora, hasta Pusaki se asomó al libro de las profecías pero no había ninguna más rota, las otras dos seguían en pie y suspiró, supo que podrían pasar cien años antes que alguna otra de las dos restantes se rompiese…

En tanto

En la mansión de Diggory, Gail estaba en su amplia cuna, muy despreocupada, jugando con sus muñecas mientras un par de pequeñas haditas volaban a su alrededor y en cierta parte la cuidaban en esos momentos, porque mamá y papacito pues… bueno… los estaban tomando un baño…

Si, confiados que Gail estaba siendo cuidada, ellos estaban metidos en una enorme tina de burbujas, Cedric había salido temprano de sus labores y ahora disfrutaba de Luna como nunca, si bien, poco a poco recordaba, eso ya no le importaba, contemplarla desnuda y menuda era algo maravilloso

Y claro, para Luna era una delicia mirarlo bajo la regadera, su cuerpo esbelto, marcado en algunas zonas, con unas áreas perfectas con vellosidades que daban ganas de acariciar y seguir el camino, sobre todo en la zona del pubis, en donde se concentraba un perfecto monte de venus del cual se desprendían las zonas erógenas más inquietantes

Luna no podía dejar de mirar el hermoso cuerpo de Cedric, blanco y perfecto, las gotas de agua bajaban desde su cabeza hacia el resto de su cuerpo, ella miró la generosidad en su entrepierna y sonrió, se acercó a él y buscó sus labios, apresándose en un beso intenso y ruidoso, para soltarlo y chupetear su cuello, su pecho… lamer sus tetillas y seguir el trayecto del vello de su pecho

La rubia seguía chupeteando y mordisqueando su pecho, su abdomen firme y su vientre, hasta llegar a la zona deseada en donde la esperaba el festín, delicadamente su lengua entró en acción, lamiendo todo a su paso mientras que el castaño cerraba los ojos y jadeaba placenteramente…

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