Cap. 42: Miedo a las decisiones

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Cuando Hermione tenía que concentrarse, simplemente lo hacía… olvidándose de su adorable Draco para poner atención en sus estudios, esa mañana se sorprendió de que el profesor Kirian sacara el libro rojo y se lo pasara, ella lo abrió embelezada, pero al comenzar a leerlo, supo que algo no andaba bien…

Decepcionada por lo que había en sus páginas pero aún así siguió intentando poner todo de su parte, hasta que el profesor salió y ella se quedó pensando en que había algo raro en todo eso, como estaba sola, porque en esa materia era alumna única, se paseó por pequeña biblioteca mirando todos los libros…

El libro blanco, el negro y el rojo estaban en una vitrina especial, eran los básicos, el resto solo material adicional que muchas veces no tenía nada que ver con la materia, pero de pronto al toparse con el lomo de un libro gris opaco, recordó las palabras de aquel licántropo…

“Solo el libro de pasta gris tendrá las respuestas”

Sus dedos tamborilearon sobre el libro y lentamente lo sacó… lo miró detenidamente y era el único que lucía distinto a los demás, miró a su alrededor y se le ocurrió una loca idea, siempre llevaba su bolsita de topo, aquella en la que le podía meter una infinidad de cosas…

Puso la orilla del libro dentro de la pequeña bolsita y mágicamente se metió, claro que hizo un hechizo para que otro de los libros se pareciera a ese, volviendo a su lugar, ya después lo leería, ahora se concentraba de nuevo en su libro, cuando el profesor regresó ella seguía enfrascada en sus apuntes y la lectura

En tanto… Adriel volvía a invadir el espacio de Gabriela, ella ya temblaba con solo verlo, se sentía terriblemente ansiosa, la hipnotizaban su sonrisa, sus labios que hacían maravillas, quería que la besara que la acariciara, que le hiciera lo mismo todo el tiempo y a todas horas

Luego le entraban sentimientos de culpa, quizás si ella no fuera tan débil, pudiera resistirlo, rechazar la tentación, pero en ese mundo se sentía tan sola, alejada de los suyos, era tan desdichada que se estaba aferrando al único sentimiento que comenzaba a surgir en su corazón… comenzaba a enamorarse

No pudo evitar desplegar sus alas en sus ansias y de pronto alguien chocó con una de las alas y lanzó un respingo, Gabriela se volvió y volvió a plegarlas mirando a Katsumi que sacudió sus alas y quitó una escamilla

-¡Oh, por el choque se me cayó otra! – Sonrió mirándole - ¡Se la regalaré a Tegan para que siga teniendo recuerdos míos!

-¿Te vuelven a nacer? – Preguntó Gabriela señalando el lugar en donde se le había caído la pequeña plumilla

-Claro ¿Las tuyas no? tienes plumas hermosas en tus alas, son tan blancas y brillantes, cualquiera de ellas fuera un lindo adorno – Dijo como si nada y al ver acercarse a Adriel, levantó vuelo y se alejó de ellos

El rozó el brazo del ángel y sintió un estremecimiento volviéndose, encontrándose con los ojos gélidos y al mismo tiempo cálido del nefilim, con esa perfección hecha hombre, con esos dedos que le acariciaban de un modo que la hacían sentir completamente distinta, su corazón se alocaba

-Hola – susurró el muchacho acercando demasiado su rostro, jugando con ella y sus sentimientos, entre que buscaba o no sus labios, robándole un besito fugaz y haciéndola que ella se ruborizara tremendamente y sonriera con mucha timidez, como si fuera una muchacha común y no un ser angelical, con tremendos poderes… Pero parecía que quedaban nulos ante el poder del amor carnal

Adriel apresó sus labios poderosamente, mientras la sujetaba por su cuello… tan delicada, tan dulce, hermosa y tierna ¿Cómo, como podía? Su beso se transformó en uno rabioso ¡Deseaba que Gabriela lo rechazara, lo castigara, le diera el peor de los escarmientos! Incluso que lo matara en ese instante… Ella podía hacerlo aún… pero parecía con las manos atadas

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