Prólogo: Triunfo y soledad

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El estadio estalló en ovaciones y aplausos mientras Irina, agotada pero triunfante, permanecía en el centro de la pista de hielo. La fría brisa le acariciaba el rostro mientras cerraba los ojos, respirando profundamente para recuperar su aliento. Su sonrisa resplandecía al saludar al público junto con el destello de los focos reflejándose en su vestido brillante. Con una ultima reverencia, se deslizó elegantemente hacia el borde de la pista, donde su entrenadora la esperaba, con la furia notable en su mirada.

—¿¡Qué crees que estabas haciendo!? —preguntó su entrenadora con una voz llena de tensión.

—Ganar la competencia, ¿no está claro? —respondió Irina con indiferencia.

—¡Eso no fue lo que ensayamos! —reclamó la entrenadora—. ¡Desafiaste cada uno de los pasos y te arriesgaste innecesariamente!

—Y gracias a eso, ganaré —respondió Irina, sin siquiera mirarla mientras le colocaba los protectores a las cuchillas de sus patines—. Ese programa no era lo suficiente bueno. Decidí mejorarlo un poco, y así pude mostrar lo habilidosa que soy. Aunque, muchos ya lo saben. 

—El programa estaba bien, no hacia falta cambiar nada ¿No ves que tu actitud temeraria podría haberte causado una lesión grave?

Irina resopló y se abrigó con su chaqueta, ofreciendo después un saludo a una cámara que la enfocaba a ella. Caminó hacia al área del kiss and cry, ajena a la frustración de su entrenadora. Mientras avanzaba, notó la mirada de los jueces, que aún discutía su actuación con entusiasmo. Era evidente que la actuación de Irina había sido excelente y eso solo aumentaba su ego. 

—Irina, necesitamos hablar. Tu actitud y falta de respeto hacia los programas podrían costarte más que un simple regaño —dijo la entrenadora, sujetando a la patinadora del brazo para que se detuviera.

—No sé por qué te preocupas tanto. Ganaré la competencia, ¿no es eso lo que importa? 

—No se trata solo de ganar. Este deporte exige respeto y disciplina. Lo que hiciste hoy fue irresponsable y peligroso. Y no es la primera vez que lo haces. 

—¡Déjame en paz con tus lecciones! —Irina levantó la voz, moviendo su brazo de manera brusca para que la entrenadora la soltara.

Las miradas pronto se dirigieron a ambas, lo que hizo que tanto la entrenadora como Irina bajaran su voz para no llamar mas la atención. 

—Podrías haberte causado una lesión grave. ¿Recuerdas lo que le pasó a aquella patinadora alemana hace unos años? Ella también pensaba que era invencible hasta que un mal aterrizaje acabó con su carrera.

—No se de quien hablas, pero eso no pasará conmigo. Solo las estúpidas se lesionan en este deporte. Ya he demostrado que puedo superar cualquier desafío. ¿Qué más quieres?

—Quiero que entiendas que el éxito no es solo el resultado de tu talento —dijo la entrenadora con un tono más suave pero firme—. Es el fruto del trabajo duro y la disciplina. Si continúas desestimando estos principios, te arrepentirás cuando enfrentes desafíos mayores y no estés preparada para ellos.

—Eso es una tontería. Ganaré hoy, y seguiré ganando —Irina replicó, cruzando los brazos y desviando la mirada.

—No siempre tendrás tanta suerte. Si no cambias tu actitud, un día te enfrentarás a una caída de la que no podrás levantarte —advirtió la entrenadora, mirando fijamente a Irina.

—Si... si, lo que tú digas —murmuró Irina con desinterés en su voz.

La entrenadora, sabiendo que su patinadora estaba en una actitud de rechazo absoluto, decidió no insistir más. La conversación había llegado a un punto muerto.

Orgullo de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora